@EldoctorNo
Patricia De Souza entrevista a Alain Badiou a propósito de su último libro, A la búsqueda de lo real perdido (Fayard, 2015), y le pregunta por qué dice allí «que hemos llegado no tanto al final de la historia de Fukuyama como a la convicción de que el capitalismo es el único sistema posible». Imagino a Badiou cruzando las piernas y sacudiéndose el fastidio. Badiou se me parece físicamente a Liscano, por cierto. En fin, Badiou prende un cigarro —si acaso fuma— y responde: «Pienso que la alternativa al capitalismo sufrió un fracaso histórico y que la tentativa de organizar la economía sobre bases colectivistas y nacionalizar el sector privado dio como resultado construcciones fracasadas como la del Estado soviético y China». ¿Tendrá noticias, Badiou, de Venezuela?, me pregunto, porque nuestro fracaso en nada se parece al soviético, ni al chino, ni al cubano si quiera. Parecemos, más bien, la versión bananera de Lost. No en balde, Arnaldo Valero en su, Entre zombis y caníbales, nos recuerda que: «Para bien o para mal, la plantación es la institución que ha configurado la totalidad de la realidad caribeña… la residencia del plantador y los barracones de negros representan todo un sistema económico, social y político en el cual el monocultivo latifundista era el eje productivo, la esclavitud constituía la fuerza de trabajo, el catolicismo familiar con culto a los muertos cimentaba el sistema religioso… y el compadrazgo era el principio fundamental del orden político». No hemos avanzado mucho desde entonces.Pero, en todo caso, sería absurdo decir nada sobre la salud del capitalismo. Lo cierto es que, al socialismo, le hacaído una maldición de mil quinientos años. Sospecho, pues, que el discurso de reivindicaciones sociales se mudará a una inimaginable mutación del propio capitalismo. Todo es posible. Incluso, un alegre regreso a la calamidad. Me acuerdo de un texto deSimon Leys donde, cierto personaje, Erraba Péguy, se cuestionaba, con entendiblecongoja, ¿por qué los hombres de mañana habrían de ser menos estúpidos que nosotros? Esos hombres del futuro, decía: «somos simplemente nosotros mismos, solo que más tarde». Me parece que el tal Péguy llevaba toda la razón, en cambio Leys le otorga al tiempo la posibilidad de despejar la mirada. Puede que no sea acertadoel pesimismo de Péguy porque nada es absoluto, ¿pero antes de nuestra autóctona revolución no éramos simplemente nosotros mismos, solo que más tarde, los hombres de mañana? En fin, esperemos a mañana a ver qué tal nos termina de ir.
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