Un joven pastor fue decapitado el viernes pasado por yihadistas en la región tunecina de Sidi Buzid, confrontada cotidianamente a la miseria y la violencia. AFP
Mabruk Soltani, de 16 años, fue degollado y decapitado cuando cuidaba su rebaño de ovejas en las laderas del monte Mghilla, por negarse a entregar animales a los yihadistas.
Los asesinos obligaron a su primo Chokri, de 14 años, testigo del horrible crimen, a llevar la cabeza de Sidi a sus padres, indicaron allegados a la familia y fuentes del ministerio del Interior.
La llegada de Chokri, cubierto de sangre, con la cabeza de su primo en una bolsa causó horror en el caserío de Daouar Slatniya, situado al pie del monte Mghilla.
La familia dijo que alertó inmediatamente a las fuerzas de seguridad, pero que éstas tardaron varias horas en ellegar.
“Los llamamos a las cinco de la tarde, pero nos dijeron ‘no subimos'”, cuenta Mohamed Soltani, 20 años, hermano de Mabruk, en declaraciones a la televisión privada Nessma.
“¿Por qué? ¿Tienen miedo?”, les preguntó Mohamed Soltani.
“Es la primera vez que la cabeza de alguien pasa la noche en una heladera y su cuerpo en la montaña”, dijo el hermano del pastor.
“¿Es posible? ¿Dónde están la policía y el ejército?”, preguntó indignado.
Al día siguiente la familia, desafiando el peligro y superando el miedo, subió a la montaña para recuperar el cuerpo de Mabruk. Lo encontraron, custodiado por perros pastores.
“Un poco tarde”
Frente a la emoción, el primer ministro tunecino Habib Essid reconoció que las fuerzas de seguridad habían tardado en llegar.
“Tomamos las medidas necesarias, un poco tarde, es cierto”, declaró por la televisión.
El asesinato del pastor, la segunda de un civil en un mes, no fue reivindicado.
El lunes, el grupo Falange Okba Obn Nafaa, principal grupo armado tunecino vinculado a la red islamista Al Qaida, desmintió en un tuit haber asesinado al pastor.
El mes pasado, este grupo reivindicó la muerte de dos soldados y amenazó atacar a cualquier “persona que ayudara o informara sobre los muyahidines” a las autoridades tuinecinas.
Durante el fin de semana, el ejército lanzó una operación en el monte Mghilla, durante la cual mató al menos a un presunto yihadista y un soldado perdió la vida.
El ministro del Interior, Najem Gharsalli, viajó el sábado a la localidad, donde fue recibido con ira por la tardanza en reaccionar.
Algunos habitantes le pidieron armas para defenderse frente a los yihadistas.
Desde el triunfo de la revolución en 2011, Túnez registra un incremento de actividades de movimientos yihadistas.
Decenas de policías y militares y 59 turistas extranjeros murieron este año en dos atentados reivindicados por el grupo Estado Islámico (EI).
“Fuera de la Historia”
En Daouar Slatniya, la muerte de Mabruk reavivó el sentimiento de exclusión de una región, la de la gobernación de Sidi Buzid, donde el suicidio del vendedor ambulante Mohamed Buazizi, el 17 de diciembre de 2010, había desencadenado la “Primavera Árabe”.
“Aquí vivimos fuera de la Historia. Cortados del mundo”, dijo a la AFP Imed, 32 años, un primo de Mabruk.
“Comemos las plantas de la montaña, de donde traemos agua, y ahora están los terroristas. ¿Dónde voy a beber? Voy a morir de sed, de hambre, de terrorismo”, afirma angustiado a la televisión Nessim, 20 años, otro primo de Mabruk.
“¿Por qué murió Mabruk? Porque vivía en la montaña”, dijo el joven tunecino.
“Nos apuntan todo el tiempo”, agregó, advirtiendo sobre la facilidad de los yihadistas para conquistar a “una juventud marginada, analfabeta (…) y sin empleo”.