Alfredo Jimeno: Soplan buenos aires de cambio

Alfredo Jimeno: Soplan buenos aires de cambio

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Ayer en Argentina sucedió lo que hasta hace poco tiempo se creía imposible en América Latina: un pueblo organizado, movilizado, cargado de fuerza y de fe, venció al miedo, a la desesperanza, al continuismo, a la intimidación y al abuso de poder con el arma más poderosa de todas: el voto.

Y es que para nadie es un secreto que desde hace más de una década se han afianzado en nuestra región una serie de gobiernos populistas, esencialmente antidemocráticos y con claras aspiraciones totalitarias, que se han dado a la tarea de pervertir las instituciones de la democracia misma para de esa manera perpetuarse en el poder sin límites de tiempo ni contrapeso a sus ambiciones. Gobiernos groseramente corruptos, sectarios e inescrupulosos que han comprometido los recursos de nuestros pueblos en proyectos mesiánicos particulares que lo único que dejan es más pobreza, represión desaforada y endeudamiento nacional.

Ese triste y oscuro panorama comenzó a cambiar y una muestra palpable de ello es la victoria de Mauricio Macri, el flamante nuevo presidente de la República Argentina.

Cuando Macri comenzó su campaña hace unos meses atrás no pocas voces se levantaron para decirle que no iba a poder, que era inútil todo su esfuerzo, que el gobierno no perdería porque nunca lo había hecho, que todo estaba arreglado a favor de los poderosos, que votar era cosa de tontos, etc. Sin embargo, él y su equipo perseveraron en el mensaje de cambio, y lejos de desanimarse siguieron adelante casa a casa, pueblo a pueblo, barrio a barrio convenciendo a cada vez más gente de que sí se puede tener un mejor país. Hoy los resultados están a la vista: David venció a Goliat.

No faltarán quienes digan que la gran victoria del pueblo argentino no significa nada, que eso no es más que un episodio intrascendente para la vida de nuestra región y que en nada va a perjudicar a nuestros gobiernos antidemocráticos. Yo, en cambio, me resisto a caer en el foso de la desesperanza aprendida, esa de la cual se han nutrido por años estos regímenes autoritarios latinoamericanos que hoy se saben de salida. Por eso, cargado de optimismo y comprometido con la liberación de nuestro pueblo, me lleno de energías viendo como la perseverancia de personas genuinamente comprometidas con la democracia logró hacer que se sobrepusieran a todos los obstáculos y lograran encausar así, pacífica y popularmente, el cambio tan anhelado por tanto tiempo por la enorme mayoría del pueblo argentino.

Hoy el pueblo venezolano se enfrenta al mismo adversario que acaba de ser derrotado por el pueblo argentino, y no me cabe la menor duda de que acá el mensaje que enviará nuestro pueblo a la región el próximo 6 de diciembre será exactamente el mismo: a pesar de los abusos, de la petrochequera con la cual han pretendido comprar la dignidad de un pueblo, de la intimidación, del chantaje, del cinismo y de la violencia desatada por una elite corrupta y desesperada ¡el cambio viene y nadie lo detiene!

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