La situación actual venezolana, trae a mi recuerdo, a un breve fragmento del célebre Premio Nobel de Literatura 1981, Elías Canetti (1905-1994): “Pronto, sin embargo, lo encontré todo normal y no me sorprendió en absoluto ver a un hombre viejo y de aspecto enfermizo acuchillado en el suelo, que tenía en venta un único limón reseco.” Canetti, escritor sefardí, nacido en Bulgaria y nacionalizado en Inglaterra, en un recorrido por Marrakesch, una de las más importantes ciudades de Marruecos, sin conocer las lenguas que allí se hablan. Y únicamente llevado por el sentido de la vista; porque solo escuchaba “el plano de expresión”, como lo pudiera decir el lingüista Román Jakobson; pues, las voces de los marroquíes no le decían nada. Sin embargo, aprende a descifrar, críticamente, a esa realidad. Quizá, tal como Aristóteles, Canetti vinculaba: “el saber y el conocer con el ver”. Así, se desplazaba por calles, mercados, centros comerciales, cementerios y barrios de judíos, que en Marruecos se conocen como Mellah. Y, con absoluto desconocimiento de la experiencia que le pudiera generar el “plano de contenido” de los signos de la lenguas que allí se hablan. O como, él mismo lo relata: “Durante las semanas que pasé en Marruecos no intenté aprender árabe ni ninguna de las lenguas bereberes”. Según él, solo escuchaba voces, sonidos; pero que, con prodigiosa apreciación, hace sentir esa experiencia, en su obra: Las voces de Marrakesch (1954).
De la misma manera, si un escritor extranjero entrara a Venezuela, sin conocer el idioma y nada de la idiosincrasia de nuestros habitantes, se llevaría una impresión inquietante sobre la crisis política, social y económica que destruye al espíritu de la nación. Y si este visitante tuviera la prodigiosa propiedad de narrar y describir de Elías Canetti, asombraría al mundo y a quien alguna vez visitó a Venezuela, antes de 1998. En esa obra, podríamos ver a sus habitantes, escurriendo su cansancio y dignidad, en las inmensas colas a los costados de mercados y supermercados, para quedar de nuevo supeditados en la escasez, la impotencia y la frustración. Reportaría acerca de los insuficientes servicios públicos, del abandono de las instituciones oficiales, las criminales acciones de la delincuencia, los abusos de nuestros actuales gobernantes; pero, más lo haría, sobre la pérdida de valores y buenas costumbres. Lo inusitado causa sorpresa y asombro; lo que vemos y sentimos todos los días pudiera hacernos ver las cosas como normales. No sé hasta dónde, alguien pudiera escribir, en lacerante realidad, esa sensación, que sacudió a Elías Canetti: “Pronto, sin embargo, lo encontré todo normal”. ¡He allí el peligro! No hay que dejarse engañar. Hay que aguzar los sentidos con criterio crítico, tal como se zafa Canetti, para jamás perder la sensibilidad y narrar la realidad. Los escritores, desde siempre, buscan descifrar el mensaje oculto de quienes administran poder y del cómo estos, en razón de sus ambiciones, esclavizan a las gentes en la miseria. De tal manera, son ellos quienes tratan de despertar conciencia, para evitar que los seres humanos caigan en la “trampa” de acostumbrase a la arbitrariedad. Por ello, su crítica, se levanta contra las causas que provocan, las distintas formas en que se presenta la represión y anulación de libertades. Y todo, porque con silencio ni lágrimas ni lamentaciones, se salva al país. Dios quiera que el voto del pueblo, como valiente príncipe, este 6-D, rescate de las garras de la miseria roja a Venezuela, la más hermosa de las doncellas