La unidad en Venezuela de la japonesa Toyota está apostado a un renovado proceso de exportación de autopartes fabricadas en su planta local como una vía para mantener a flote sus operaciones, golpeadas por una crisis económica y un estricto control de cambio.
Reporte de Eyanir Chinea; Editado por Silene Ramírez / Reuters.
Entre vítores y aplausos de sus trabajadores reunidos a las puertas de su ensambladora en el oriente de la nación sudamericana, la marca despachó el jueves su primer camión cargado con piezas manufacturadas en la ciudad de Cumaná hacia Argentina.
Esto a pesar de que la planta, como las otras ensambladoras en Venezuela, opera a capacidad reducida ante la falta de piezas e insumos, que son importados a cuentagotas por las trabas generadas por más de una década de estricto control cambiario.
“Todos los países tienen sus problemas”, dijo Steve St. Angelo, presidente ejecutivo de Toyotapara Latinoamérica y el Caribe, en una entrevista con Reuters.
“La clave es encontrar soluciones, alternativas, para no depender del Gobierno. Debes ayudarte a ti mismo, y eso es lo que estamos haciendo”, prosiguió St. Angelo.
Toyota inició la exportación con cuatro tipos de piezas y espera, paulatinamente y hasta finales de 2016, lograr vender en el mercado latinoamericano unas 26 clases de partes.
“Serían unos dos millones de dólares en ingresos adicionales por año, dos millones que podemos usar para comprar partes, manufacturar autos, generar ganancias y mantener la planta operando”, agregó el ejecutivo.
No se dispone de datos sobre los ingresos actuales de la compañía ni los comparativos en años anteriores.
Según datos del año pasado, el mayor fabricante de automóviles del mundo tiene una capacidad de 35.000 unidades anuales de las marcas Corolla, Fortuner, Hilux y Daihatsu Terios en su planta en Cumaná, pero estimaba que la producción de 2014 sólo llegara a 3.000 frente a los 9.000 de 2013.
“ESTAMOS SOBREVIVIENDO”
La industria automotriz venezolana sufre los embates de las profundas distorsiones en el país petrolero, donde la altísima inflación, la escasez de bienes y la caída de los ingresos por ventas de crudo han devenido en una recesión económica.
Pese a ese escenario, la producción automotriz creció en los primeros 10 meses del año, aunque las 15.707 unidades fabricadas durante ese lapso se lograban en años previos en apenas un mes.
Las empresas se han visto forzadas a parar intermitentemente su producción o idear soluciones creativas para conseguir divisas. Como Ford, que sólo vende sus autos en dólares.
Como consecuencia, la espera para comprar un auto cero kilómetros en Venezuela puede ser de años y los vehículos en el mercado de segunda mano se negocian a precios exorbitantes.
Por las reglas del control de cambio, un 40 por ciento de las divisas que se generan por la exportación de productos desde Venezuela debe ser vendido al Banco Central, que lo convierte en moneda local usando una tasa fija cercana a los 50 bolívares por dólar, casi 18 veces menos que el precio estimado del mercado paralelo de 890 bolívares por dólar.
Las exportaciones de bienes no petroleros es mínima y las empresas han solicitado al Gobierno socialista que libere el control de cambios y les permita operar con recursos propios sin hacer escalas para solicitar divisas del Estado.
Toyota, a la que se le permitió exportar autopartes, ha trabajado con las normas actuales, pero mantiene conversaciones con el Gobierno del presidente Nicolás Maduro en busca de mejores condiciones.
En el futuro anhela poder vender vehículos a otros países de la región “y ser la primera compañía en exportar a Cuba”, dijo emocionado el ejecutivo poniendo como ejemplo a la isla caribeña que está abriendo su economía.
“Estamos sobreviviendo (…) pero hoy creo que tenemos buenas relaciones con nuestro equipo, los sindicatos, el gobierno estadal y también el gobierno nacional. Por supuesto, no siempre obtenemos todo lo que queremos o necesitamos, pero nos escuchamos y buscamos soluciones”, zanjó St. Angelo.