El próximo domingo me dará por acordarme de un relato de Héctor Torres, Melodía desencadenada, que arranca con una frase terrible y bella: «Arrecharse con la vida es como arrecharse con la lluvia». Pero Tego, el personaje de este texto y ex promesa del béisbol, sí que está furioso con la vida que en suerte le ha tocado, pues se ha vuelto vulgar, rutinaria y sombría. El fracaso se le hizo ascua sobre su cabeza y fue acumulando una violencia inadvertida y amodorrada que estalló en cierto momento. No obstante, puede que ambos, Torres y Tego, tengan algo de razón, pero de cualquier forma esa furia es consustancial a las calamidades cotidianas que la vida despacha, aunque prefiero la idea un tanto ambigua de Ramón Andrés: «No hay que hacer exaltación de la muerte. Ni tampoco de la vida. Del existir, sí», al menos, puesta así, no suena a melodrama.
El próximo domingo miraré, también, Un día de furia (Falling Down) de Joel Schumacher, con un Michael Douglas que a ratos parece un mormón enloquecido por la vida que le acecha (desquiciada), pero confieso que ya ni recuerdo de qué va la trama, puede que sea un buen digestivo echarle un vistazo de nuevo.
El próximo domingo leeré, sin falta, ya hacia la a tarde, una entrada del diario de Ramírez Requena y aunque no corresponda a ese día, yo pensaré que sí: «Llueve desde anoche. Estos días silenciosos, tensos, extraños de un diciembre en Venezuela. Parece que somos un país que abandonó la fiesta».
Y luego espiaré por la ventana a mi vecina de la otra acera. Ella siempre sabe lo que no ha pasado todavía. Miraré sus gestos y seguro que algo recordaré. Todo esto para el próximo domingo. No puedo fallar. Me esforzaré como lo haría un hombre serio. Y quizás les cuente.
@EldoctorNo