Si piensa viajar a Santa Marta, en el caribe colombiano, y quiere planes distintos a un día de sol en las concurridas playas del Rodadero, tenga en cuenta estas alternativas. El Nacional
Un santuario de aves
“Aeropuerto” de águilas, colibríes, gaviotas, garzas y otras 190 especies de aves endémicas y visitantes; refugio de 33 especies de mamíferos y 27 de reptiles, y barrera natural que protege la región contra inundaciones y huracanes. Eso y más es el parque Salamanca, ubicado en la vía a Santa Marta –a 80 kilómetros de la ciudad y a 11 de Barranquilla–, con 56.200 hectáreas protegidas, alrededor de un complejo de más de 100 ciénagas y lagunas.
De septiembre a marzo, un desfile de aves migratorias, que huyen del frío desde Canadá, entra a Suramérica por este enorme banco de comida. En invierno, bajo la luna llena, una marcha de cangrejos sale de sus madrigueras a poner sus huevos al mar, un espectáculo nocturno que podría observar.
De excursión por los manglares es posible ver en el día algún mapache o un oso perezoso. Con suerte aparecerán las nutrias huidizas jugueteando mientras nadan. Y por la noche, los ojos de los caimanes aguja sobresalen brillantes en la superficie del agua.
Comienza la aventura
Entre algunas especies en vía de extinción y vegetación salvaje recuperada –como árboles de ébanos, caracolíes y bongas– sobresalen muros de escalar, puentes colgantes, plataformas, cuerdas y poleas para caminar por senderos aéreos y descolgarse. Todo esto en Mamancana, un bosque frente al mar de 300 hectáreas dispuesto para los amantes de la naturaleza y la aventura.
Lo particular de este sitio, además de poder pasear en bicicleta, saltar por las copas de los árboles o volar en parapente, es tener la posibilidad de encontrarse con algún venado, puma, tigrillo, iguana, lagartija o loro, entre cientos de especies más de mamíferos, reptiles y aves.
Con arnés, mosquetón, casco y guantes puestos se sale hacia la montaña. Después de 15 minutos de caminata, se atraviesa una quebrada seca y un barranco hasta un puente de metal de 65 metros de longitud y 20 de altura, desde donde se hace el primer deslizamiento por una tirolina de 80 metros hasta una plataforma en un árbol; luego se pasa a un puente de equilibrio y de nuevo al primer puente, desde donde se desliza por otra tirolina de 150 metros de barranco a barranco.
En el último punto, quienes quieran, pueden parar. Los más confiados se descuelgan por una última línea de 400 metros hasta la parte de arriba del muro de escalar de 15 metros de alto y descender por este en rapel, en una aventura de hora y media, aproximadamente.
Una playa para los de mente abierta
Tayrona es uno de esos sitios, que aunque muy visitados, guarda muchos rincones por explorar en ese camino que zigzaguea entre bosque, manglar y playas. Además de bellas bahías y ensenadas como Chengue, Gayraca, Cinto, Neguanje, Concha y Cabo San Juan, está Boca del Saco.
Allí hay todo porque hay nada; nada de ruido, todo de paz. Este es el lugar ideal para quienes aprecian la relación pura con la naturaleza y directa con el sol, dejando fuera ropa, marcas de traje de baño y pudores. Aunque no es propiamente una playa nudista, se podría decir que es una playa muy libre a donde va gente de mente muy abierta.