Lapatilla
En pocos días tendrán lugar las elecciones. Los dados ya han sido lanzados y aunque el ex presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz – Oscar Arias – ha dicho que están cargados, mi impresión es que llegamos a un punto donde ya no hay trampa que valga. Al no admitir observadores, lo que lograron fue despertar suspicacias en el mundo entero, que además ve con preocupación el ventajismo y el cariz violento de los afectos al oficialismo. Un fraude desencadenaría una reacción sin precedentes nacional e internacionalmente. A mazazos no se puede torcer el rumbo de la historia. Latinoamérica entera está buscando nuevos rumbos.
Vientos de cambio barren a Latinoamérica entera. El populismo está cayendo abatido por el desplome en el precio de las materias primas. Eso lo proclaman la desesperada situación de Dilma en Brasil y el triunfo de Macri en Argentina. Esos vientos llegaron a Venezuela. Hay prioridades en el ámbito moral y en el educativo que enfrentar, pero hoy me limitaré a algunas sugerencias en temas económicos, que deberían aplicarse no importa lo que ocurra en las elecciones y que sólo funcionarían de la mano con un acento genuino en los asuntos sociales. Aunque quizá su aplicación debería ser paulatina, propongo:
1.- Devolverle la autonomía al BCV. Un Banco Central sin autonomía pierde su función primordial que es defender el valor de la moneda. Arrodillados ante un gobierno, los bancos centrales se transforman en imprentas de billetes sin respaldo para financiar el déficit fiscal, la masa monetaria crece vertiginosamente y estalla la inflación. Por eso tenemos hoy la inflación más alta del mundo.
2.- Controlar el déficit fiscal. Frente a la grave limitación de recursos, habrá que concentrar la mayor acción del Estado en sus funciones prioritarias: la educación, la salud, la justicia, la seguridad y la defensa. Actualmente, con un déficit del orden del 20% del PIB y asfixiados por la deuda no queda otra alternativa. De no hacerse, esas funciones también colapsarían.
3.- Estimular a quienes producen. La inflación tiene cinco soluciones aparentemente sencillas. Las dos primeras ya las comenté. La tercera consiste en estimular las inversiones y la producción sin descuidar lo social. Cuando la cantidad de bienes que se ofrecen iguala a la cantidad de los que se demandan, desaparecen la especulación y el mercado negro.
4.- Eliminar los controles de precios. El aumento de la oferta que se generaría forzaría una caída en los precios. Los controles, por el contrario, frenan la inversión, producen escasez, aumentos de precios y fomentan el mercado negro.
5.- Flexibilizar el mercado laboral, capacitar a los trabajadores y mejorar su remuneración vinculándola a mejoras en la productividad. El impacto de una inamovilidad decretada y mantenida por tanto tiempo es que se pierde la mística del trabajo y los niveles de productividad se desmoronan. Los aumentos de productividad constituyen la cuarta gran palanca para combatir la inflación.
6.- Abrir la economía. Es fundamental aprender a ser competitivos. La competitividad es la quinta gran palanca contra la inflación. Una economía competitiva es una economía eficiente que beneficia a todos.
7.- Resolver el tema cambiario. No existe ni un ejemplo en todo el mundo donde un sistema de cambios diferenciales haya funcionado. Sirven, sí, para estimular la corrupción. Personas inescrupulosas obtienen dólares al tipo de cambio más bajo para revenderlos al más alto. ¿Cuál es la solución? Idealmente sería la eliminación del control de cambios.
8.- Respetar la propiedad privada. Mientras el temor a las expropiaciones esté presente, serán pocos los que se atrevan a invertir. Debe también respetarse la separación y el equilibrio entre los poderes públicos. Una pulcra e imparcial administración de la justicia es esencial.
9.- Seguridad jurídica para devolverle la confianza al país. Cuando hay confianza hay inversión. Con ello crece el empleo lo que estimula el consumo e induciendo a alguien más a invertir para satisfacer la demanda adicional que se genera. Por esta vía la economía se encamina hacia un círculo virtuoso de crecimiento que a todos favorece.
10.- Reactivar la industria petrolera. PDVSA ha sido severamente dañada. Hay que ver esta coyuntura como una oportunidad para promover una economía más equilibrada que no sea tan dependiente de un solo sector. La elevada dependencia del petróleo en manos de un gobierno dogmático nos hizo vulnerables política y económicamente y sembró distorsiones que afectaron el crecimiento de los demás sectores. Hay que insistir en el desarrollo aguas abajo de los hidrocarburos. Es un campo fértil para la inversión privada, con un elevado efecto multiplicador y con importantes ventajas competitivas.
11.- Sincerar el precio de la gasolina y de los servicios públicos.
12.- Promover una gran alianza en la sociedad donde sector público, sector privado y trabajadores aporten lo mejor de sí mismos en un gran esfuerzo sinérgico para relanzar a Venezuela. Los empresarios no pueden ser percibidos como enemigos del gobierno, ni los trabajadores como adversarios de los empresarios. En todo caso, el gobierno debe ser el árbitro. Un árbitro no puede ser juez y parte. A cada uno le toca su rol.
13.- No es posible insistir en una sociedad de reparto, donde se pretende repartir lo que no se produce. Debemos evolucionar hacia una sociedad de incentivos donde todos tengan el aliciente de participar equitativamente de las riquezas que con el esfuerzo de todos se puedan crear. Una economía donde la tónica general sea sumar y multiplicar ¡Nunca dividir!
14.- Por último, Venezuela está urgida de transformarse en un país normal. En los países normales el Estado es mantenido por los ciudadanos y no los ciudadanos por el Estado.
@josetorohardy