Felipe González se las sabe todas. O eso dice. Atesora años y experiencia. En la clandestinidad, como secretario general del PSOE, como presidente del Gobierno, como expresidente, publica el diario español El Confidencial
Y por eso cuando mitinea parece que imparte doctrina, que amonesta y premia según de quién hable y a quién se dirija, tirando de mochila. Pero ahora, con más razón, que hay unos chavales jóvenes, nuevos y que pretenden comer territorio al PSOE. Pablo Iglesias y Albert Rivera. Que vienen a ser -así los pintó- sucedáneos, la marca blanca de la izquierda bolivariana o de la derecha de José María Aznar. Para él son poco más que unos niñatos que no peinan canas y no saben de qué va la película de la política. Él sí. “Yo sí sé de qué va esta fiesta”. Así que “lecciones, las justas”, sobre todo de la formación morada, su principal blanco a combatir.
No se había estrenado aún en la campaña del 20-D. Había aparecido del brazo de Pedro Sánchez en múltiples actos. Lo apoya y lo apuntala y lo defiende. Y pide a los suyos que hagan lo mismo. Pero no había comenzado su ‘tournée’ por calles y polideportivos. Este martes debutó. El primero de sus cuatro actos programados y coordinados por Ferraz. En el modesto distrito de Vicálvaro, en Madrid. Seguirán Badajoz, el 15, y Sevilla, el 18, con Susana Díaz. Estrella absoluta, sin Pedro Sánchez de orador principal aterrizado de A Coruña, se fue directo a ‘El hormiguero’, y con Meritxell Batetla número dos por la capital-, Ángel Gabilondo y Sara Hernández -la baronesa regional- de teloneros. 500 personas (700, según el partido) abarrotaban el centro deportivo municipal. Un espacio pequeño, un aforo pequeño para todo un expresidente del Gobierno.
Lo que está claro es que Felipe gusta. Gusta a su parroquia que al comienzo de su intervención coreó el “¡presidente, presidente!” y que se calentó en varias ocasiones. Aplaudiendo varios pasajes de sus casi 50 minutos de doctrina en vena. Casi una hora de discurso, por cierto, que acusó el broncíneo rostro del expresidente con varias perlas de sudor que se tuvo que enjugar nada más bajar del escenario gracias al pañuelo que le tendió un militante.
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