Con poco tino político el Parlamento Europeo no autorizó una delegación que estuviera presente en las cruciales elecciones parlamentarias celebradas el pasado 6 de diciembre en Venezuela, las cuales cerraron con contundente triunfo de los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática. Se privó a la ciudadanía europea de una voz calificada y legitimada para ofrecer una visión documentada e imparcial de lo que ocurriría en Venezuela, sometida a un régimen autocrático que tiene (o tenía, gracias a lo ocurrido este domingo) bajo su control todos los poderes públicos.
La elección de una nueva Asamblea Nacional, convertida por el propio Gobierno enun plebiscito a la gestión de Nicolás Maduro, debió ser un evento de alta trascendencia para tan relevante instancia política europea que tiene entre sus compromisos doctrinarios la defensa de la democracia y de la libertad, no sólo en el ámbito de las naciones europeas sino, también, en el mundo. Sin embargo, esa delegación no vino y no pudo constatar ‘in situ’ el obsceno ventajismo con el que se desarrolló esta elección, los abusos y delitos electorales en la propia persona del jefe del Estado, la participación de funcionarios en campaña, el bloqueo informativo, la violaciones sistemáticas a la veda electoral, la perversa intimidación a la que fueron sometidas las comunidades más pobres a quienes se amenazaba con que un triunfo opositor significaba la suspensión de la ayuda pública.
Este domingo el pueblo venezolano, a contracorriente de este clima adverso, harto de las colas para adquirir lo más básico en alimentación, aseo y salud, de laescasez, de la violencia, de la corrupción, de la destrucción de la producciónnacional, de las expropiaciones, de la inflación, de los atentados a la libertad de expresión y de la criminalización de la opinión, se pronunció, expresó en las urnas su deseo de cambio. De manera clara y contundente se comprobó en las urnas losvaticinios de todos los sondeos de opinión: una amplia mayoría de venezolana rechaza el régimen ineficiente, militarista y corrupto que Hugo Chávez dejó en herencia a Nicolás Maduro. En las elecciones parlamentarias de Venezuela han caído al menos dos mitos importantes: primero, las dictaduras no salen con votosy, segundo, la unidad estaba “pegada con saliva de loro”. Con el voto mayoritario a favor de la alternativa democrática, a pesar de la parcialidad del Consejo Nacional Electoral y el amenazante clima, se produce un punto de inflexión en la deriva autocrática y totalitaria del régimen. Los venezolanos votamos porque la nueva Asamblea sea el foro privilegiado para el debate político, el espacio por excelenciapara el diálogo en procura de las urgentes decisiones para sacar al país del abismo. Hoy, más que nunca, estoy convencido de que dos mitades no hacen un país. En segundo lugar, sometida a descalificaciones, insultos
Maduro, quien fue el jefe de campaña de los candidatos del oficialismo, salió derrotado. Se acabó la época de gobernar por decreto, habilitado legislativamente por unos parlamentarios obsecuentes que habían renunciado a su mandato esencial de legislar para el pueblo y no para un autócrata.
La nueva Asamblea que se instalará el 5 de enero de 2016 debe convertirse en elforo político por excelencia, que ha sido conculcado por estos años de predominio oficialista, convertida bajo la voz de mando de un capitán del ejercito venezolano,Diosdado Cabello, en un cuartel. La sólida mayoría calificada que suponen los 112 diputados obtenidos implica que la nueva Asamblea podrá someter a referendo tratados o acuerdos que lesionen el interés nacional, sancionar leyes habilitantes,remover o nombrar autoridades de poderes públicos.
El domingo, Maduro fue derrotado y se abre un camino realmente democráticopara Venezuela.
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Óscar Lucien es doctor en Ciencias de la Comunicación y la Información.