Laureano Márquez: Carta al Niño Jesús

Laureano Márquez: Carta al Niño Jesús

ThumbnaillaureanomarquezQuerido Chuito:

Ante todo quiero comenzar dándote las gracias por todo, especialmente por devolvernos la Navidad como espacio para la paz y la concordia entre los hombres de buena voluntad. Este diciembre las hallacas, si llegamos a probarlas, tendrán un gusto especial. La verdad es que escribirte una carta con peticiones, después de todo lo que has hecho por nosotros este año, es como mucha exigencia. Sin embargo, típico venezolano es que después de uno decir “perdona el abuso”, venga el abuso.

Mi carta tiene que ver con el futuro. Creo que los venezolanos, el 6 de diciembre escogimos un rumbo diferente. Queremos sensatez, calma cordura (y también algo de gordura, si es posible). En una oportunidad en que el Dr. Rafael Caldera perdió unas elecciones reconoció su derrota diciendo: “el pueblo nunca se equivoca”. Es una reflexión importante, porque los que se equivocan son los dirigentes cuando embriagados de poder llegan a creerse que ellos son el pueblo y entonces les basta solo con escucharse a sí mismos, pretendiendo que sus caprichos son la predilección mayoritaria, alejándose de quienes le dieron el poder al punto de despreciar sus sueños y anhelos e incluso su voluntad al creer que el pueblo se ha equivocado cuando les es adverso.





Dicho esto, voy con mi pliego de peticiones:

  • Lo primero, primerito, ayuda a tu rival de la Navidad, Nicolás (Casualmente el 6 de diciembre fue su día), a entender lo que le sucedió. No puede haber regalos si destruyes todo el sistema productivo del Polo Norte, si los duendes están molestos y los renos no hallan comida. No le puedes decir a los niños “ahora no te doy juguetes”, porque con el chantaje solo va a conseguir aumentar la indignación que ya tienen. Ayúdale a comprender que hasta los santos rectifican, que nunca es tarde para tender puentes para que su trineo pase. Habla con él, Chuito, explícale, hasta setenta veces siete, como tú mismo has dicho cuando nos pides capacidad de perdón. Entiende que él está atrapado en sus propias contradicciones y que nadie tiene más miedo que aquel que lo produce.
  • Lo segundo: parece que la gente se cansó de Obama, Rajoy, Uribe, los paramilitares y la guerra económica. Creo que el pueblo sabe que sus enemigos están demasiado cerca y son los que se proclaman como su defensor supuestamente incondicional. Lo que la gente quiere son cosas cotidianas y razonables: que haya comida y poder conseguirla sin cola, sueldos justos que alcancen, seguridad para que no te maten en la calle, hospitales de primera y educación para los hijos. La gente, Chuito, lo que quiere es paz, bienestar, esperanza de un destino mejor y no “la transformación endógena de la superestructura ontológica del modo de producción”. Ilumina a Santa Claus para que entienda que la guerra se la está haciendo él solito, cual Chacumbele de la vida y que si se sigue portando mal, va a llegar a Navidad sin nada.
  • Lo tercero: devuélvenos en nuestros corazones la certeza de que una Venezuela diferente puede construirse: una Venezuela de paz y bondad, de inteligencia creativa para resolver los problemas, de honestidad en los manejos de los fondos públicos. Ayúdanos a vencer la viveza criolla que ha marcado siempre nuestra historia. Que logremos ser un país de ciudadanos comprometidos y no de pillos abusadores. Que entendamos que las normas y las leyes no están hechas para fregarle la existencia a al adversario, sino para lograr un modo de vida razonable y justo para todos. Permítenos comprender que la riqueza de los pueblos está en la cabeza de sus ciudadanos y no debajo de la tierra. Enséñanos como transformar esa riqueza impredecible de nuestro subsuelo en certezas y trabajo productivo: que el petróleo nos ayude a liberarnos del petróleo. Que haya equidad, progreso y bienestar, para que nadie ofenda a otro comprando su conciencia al precio de su hambre, porque eso es humillación. Que los jueces tengan sabiduría para entender que no hay peor cosa para una nación que jueces injustos. Que nunca más coloquemos nuestro destino en las manos de una sola persona, por muy iluminado que parezca. Que el país que soñamos sea nuestro asunto cotidiano y que nuestras acciones se le parezcan.
  • Por último, llévate ese pesimismo que a veces se nos instala en el alma de que nunca vamos a poder. Que la jornada del 6 nos enseñe que lo que parece imposible puede alcanzarse, que Venezuela siempre ha sido un país de sorpresas y que los pueblos, como acaba de verse, tienen suficiente sentido común para no “autosuicidarse”.

En fin, Chuito, avísale a los Reyes Magos, que llegan el 6 de enero, que aquí no hay salidas mágicas ni milagrosas, que es un camino largo y difícil, de paciencia e inteligencia. Y por último, mi pana: ya es tamos a mitad de diciembre y no he visto ni la primera hallaca este año. Échame una manito con eso. ¡Ah!, y consígueme pernil, mira que yo siempre he votado por ti.