Son 112 diputados que, gracias a la decisión del soberano, van a legislar con autonomía y le devolverán el alicaído prestigio a la Asamblea Nacional. Cualquiera de ellos tiene el derecho y la legitimidad de presidir ese parlamento, porque todos fueron votados a través de una tarjeta que nos representó a todos. Ergo: aunque hay partidos y esta victoria se debe a su sensatez, es precisamente esa virtud la que logró la unidad superior que, hoy, toda la Venezuela democrática aplaude. Todo lo dicho es cierto e incontrovertible, ahora al tema.
Puede lucir sectario, correremos ese riesgo, que un militante de partido proponga a otro de su misma organización, como Henry Ramos, para cargo alguno. Este no es el caso. Permítanme explicarlo, con el mayor detalle, para borrar ese desatino que no forma parte de nuestros muchos defectos. Si de cálculo oportunista se tratara, en AD estaríamos pensando dejar que otro diputado presidiera este inicio de período, para que se convierta en el parachoques de la oposición y en el basketstop de las agresiones de la bestia herida. En ese cálculo oportunista esperaríamos como ya está acordado, que en el momento más productivo, electoralmente hablando, asuma nuestro jefe político tan importante responsabilidad. Pero de eso no se trata.
Más que oportunismo, lo que es un defecto grave y fútil en política que Rómulo detestaba, tenemos sí sentido de la responsabilidad histórica. Es que este es el momento más álgido de la confrontación política con un régimen que acaba de sufrir la derrota más grande de su vida y no lo termina de entender, por lo que anda dando coletazos desesperados y peligrosos que deben ser tratados con la experiencia y tino político que nadie le discute a Henry Ramos.
Cualquiera de los diputados electos puede presidir la próxima Asamblea Nacional, a casi todos los conocemos de vista, trato y comunicación. De verdad todos son muy competentes, pero ninguno negaría que el más experimentado de ellos y quien ya tiene un bien ganado puesto en la historia parlamentaria nacional es Henry Ramos Allup. Henry tiene, me consta, el mejor equipamiento cultural e ideológico para debatir hasta de marxismo con quienes dicen ser seguidores del barbudo alemán y no han leído ni el prólogo, qué digo el prólogo, ni la solapa de El Capital de Karl Marx.
Aunque Henry está formado ideológicamente en el pensamiento socialdemócrata, tiene un tratado sobre la Historia del Liberalismo que delata su formación holística y tolerante en materia del pensamiento de los demás. Ese bagaje cultural ayuda demasiado en una Cámara multipartidista y que además debe manejar con prudencia la relación con una minoría que aún no se repone del knockout y será agresiva con el que presida, pero respetuoso con quien calibre que no se va a dejar apabullar con consignas y estereotipos ideológicos demodés. Allí estará Henry para iniciar la titánica labor pedagógica de enseñar respeto al adversario y otorgarle derechos a quien los tiene, por representar ahora la minoría que antes vapuleaban y desconocían.
A Henry Ramos lo conozco de toda la vida, sé que no es una “perita en dulce”, es ácido en sus respuestas a sus contrincantes en la lucha política, pero nadie le desconoce la virtud de tender puentes, de entablar negociaciones con los adversarios y eso le consta a todos los integrantes de la MUD y, también, a los del PSUV que a pesar de que lo “muelen” con sus críticas, sin embargo lo respetan por su experiencia institucional y sus conocimientos de los intrincados vericuetos de la lucha política.
Lo que viene es un camino duro y difícil, debemos transitarlo con la mayor sensatez para que esta victoria no se nos convierta en agua de borrajas, sino en el éxito que toda Venezuela sueña y que a nosotros, los administradores responsables de esa esperanza, nos corresponde hacer realidad. Ricardo Lagos, en Chile, lo comprendió y dio paso a Patricio Alwin, Julio Borges no tiene menos talento y calidad humana que Lagos, aunque sí mayor juventud, por lo que sabrá calibrar lo mucho que espera Venezuela de él ahora y en el futuro. Mutatis mutandi, of course.
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Antonio Ecarri Bolívar