La Asamblea Nacional cuenta con la modesta biblioteca “Luis Beltrán Prieto Figueroa” que, por cierto, no expone toda la bibliografía del margariteño como es lo deseable. Que sepamos, la sede de la institución parlamentaria nunca contó con una colección especializada a lo largo de toda su historia, con la honrosa excepción de la biblioteca “Puntofijo”, ubicada en la otrora fracción parlamentaria del Congreso de la República que alcanzó más de cinco mil ejemplares, añadido un valioso patrimonio documental, abierta al público y con logrados acuerdos de intercambio con la Biblioteca Nacional, que lamentable e irresponsablemente el celebérrimo Congresillo hizo naufragar en el año 2000.
Ya es tiempo que el Poder Legislativo sea referente respecto a una documentación, bibliografía y hemerografía especializada que requiere de la inversión, abnegación y paciencia de una obra trascendente y para la cual pudo ser útil la sede conocida como la de la vieja Corte Suprema de Justicia que, por un tiempo, estuvo bajo la responsabilidad del Congreso y la Asamblea, y hoy – tras una remodelación prolongada y onerosa que no, restauración – integra o dice integrar un complejo inmobiliario que rinde tributo al bicentenario. Tinta con vocación digital, al alcance de legos y especialistas que reivindiquen el domicilio natural del debate que fue y será en Venezuela.
BIBLIOTECAJE
Pasamos de la cultura oral a la digital, sin consumar la de la imprenta. Cada vez más costosos, los libros y – aún más que ellos, dada la innovación tecnológica – la lectura constituyen datos marginales en nuestra vida cotidiana.
Es difícil no sólo adquirir, sino conservar en casa los libros de papel por más prestancia o prestigio que concedan frente a otros que los valoren o digan valorarlos. Sin embargo, lo hacemos así pasen muchos años sin que los leamos o, simplemente, no lo hagamos jamás.
Nos antojamos que la compra de muchos títulos es preventiva, ora porque nos prometemos trabajar una materia o tema que diferimos infinitamente, ora porque después no se encontrarán. Las miles de vicisitudes cotidianas, impiden trajinar el cansancio con una lectura pausada y a deshoras.
Luego, el bibliotecaje parece algo inverosímil, aunque siempre hay oportunidades. Una de ellas la conseguimos, en los últimos dos o tres años, con un colega parlamentario con el que no pocas veces intercambiamos títulos de interés.
De contar las veces que nos hemos sentado con tranquilidad a conversar e, incluso, almorzar, sobran los dedos de la mano, pues, domiciliados en diferentes entidades, la más segura coincidencia siempre fue la del hemiciclo de trabajo de la Asamblea Nacional. Un comentario suelto, podía dar ocasión para un autor e, inadvertidamente, con regularidad, él nos lo prestaba o nosotros lo hacíamos y, de hecho, ha quedado pendiente una bibliografía en la transición de una a otra Asamblea Nacional.
En un par de discursos que dio en la cámara, citó a Benedetti y a Paz. Aquellas dos veces, con la rapidez del trabajo, nos permitimos comentarlos y así arrancó esa suerte de fondo de mutuo auxilio librero, por encima de las diferencias o matices políticos de opinión.
Nos permitimos un modesto tributo a quien fue compañero de bancada y prestamista de buenas obras, demostrando que es posible prestarlas y devolverlas: Iván Colmenares. Esperamos que prosiga el intercambio y haya ocasión para que nos brinde un almuerzo, no está demás.
@LuisBarraganJ