El mercado de Chatuchak, el más grande del mundo al aire libre, cobra vida cada fin de semana en Bangkok y recibe uno 200.000 visitantes diarios, llegados de todas partes y sabedores de que en este lugar cualquier cosa es posible. Leticia Pastor/ EFE
Obsequios de la visita a Tailandia, ropa de diseñadores independientes, muebles o hasta una pequeña plaza para la venta de animales ilegales se pueden hallar dentro de este laberíntico bazar por cuyos estrechos pasadizos se mezclan colores, olores y sonidos.
La larga fila de transeúntes que se encaminan hacia el recinto es visible desde el tren elevado que desemboca en la estación de Mo Chit, en el norte de la ciudad.
La octogenaria Tawin, quien presume de llevar trabajando en Chatuchak desde el día que abrió sus puertas, vende una suerte de buñuelos de pescado, cuya “receta secreta” solo conocen sus hijos y nietos.
La empresaria afirma que en la actualidad “las cosas no van tan bien” como en el pasado, a pesar de que la masiva afluencia de turistas extranjeros debido a la popularidad del mercado ayude a elevar las ventas.
“Ahora los tailandeses no quieren gastar dinero y hay muchas tiendas que están cerradas”, explica.
Los promotores del mercado presumen de ser de los pocos que no inflan los precios para los extranjeros, sin embargo la joven Titrapa, tailandesa de 17 años, se queja de que la comida que venden en el mercado es “demasiado cara” para una persona de clase media.
“También creo que estaría bien que mejorasen las instalaciones de aseos y zonas comunes, porque con tanta gente los baños están muy descuidados y no hay suficientes”, apunta.
Chatuchak fue fundado en 1942 por Jompol Por Phibulsongkram, antiguo primer ministro, cuyo deseo era implantar un mercadillo al aire libre en cada ciudad de Tailandia.
Sus más de 27 hectáreas albergan alrededor de 8.000 puestos de venta distribuidos metódicamente por categorías de productos y delimitando en secciones, según informa la página web del mercado.
Para Jane, que ronda la treintena, venir al mercado cada fin de semana a vender sus gorras y mochilas es una afición, pues de lunes a viernes trabaja como administrativa.
“Llevo ya 4 años sin faltar a mi cita semanal con Chatuchak. Me gusta mucho el trato con la gente, sobretodo con los extranjeros, que son súper amables”.
El mercado tampoco descansa entre semana, ya que de lunes a miércoles se dedica exclusivamente a la venta de flores y plantas, mientras que los viernes ofrece venta al por mayor.
Desde su nacimiento, este gran mercadillo se ha emplazado en diferentes lugares de la ciudad, empezando por Sanam Luang y Sanam Chai, los primeros 30 años, y terminando en los aledaños del Parque Chatuchak, del que adquirió su denominación actual y donde hoy día permanece.
En 2013, la compañía ferroviaria estatal (SRT en inglés), propietaria del terreno, amenazó con cerrar el emblemático mercado si los comerciantes no aceptaban un aumento en las rentas de alquiler, pero el asunto no prosperó.
Dararat, que regenta desde hace más de tres décadas un puesto de plantas en Chatuchak, asegura que antes pagaba 1.000 baht (alrededor de 25 euros) de alquiler, una cantidad que se ha incrementado por diez desde 1985.
Phillip y Laura, recién aterrizados desde Frankfurt, repiten experiencia en Chatuchak después de su primera visita hace tan sólo un año.
“El ambiente en este lugar es muy especial”, asegura ella, que cuenta con entusiasmo como le divierte ir colándose al azar entre las pequeñas callejuelas.
“De repente estás viendo una pashmina de seda y en cuanto te das la vuelta te encuentras una tortuga gigante comiendo lechuga dentro de una jaula”, comenta él.
“¿Qué es lo más raro que he visto en Chatuchak?”, repite pensativa Tawin, que ahora se encuentra ayudando a uno de sus nietos en un puesto de bebidas naturales.
“¡Para mí nada es raro aquí, sino todo lo contrario!, aunque lo que habría que preguntarse es ‘qué es lo raro'”, sonríe. EFE