Atravesamos una brutal crisis de gobernabilidad alimentada por una crisis humanitaria que potencia la escasez de medicinas, se nos mueren los enfermos crónicos por la falta de remedios; la vida de los venezolanos hoy transcurre en medio de vicisitudes y sobresaltos que producen el desabastecimiento de alimentos y una hiperinflación que se retroalimenta y hace que a la gente no le alcance lo que gana, viviendo la angustia de ver como la plata no satisface sus necesidades debido a un incremento diario de los productos básicos para la subsistencia.
Dentro de este difícil cuadro se verificaron las elecciones del 6D y la alternativa arrasó con los dos tercios del Parlamento, la olla de presión no ha reventado gracias a la canalización de la crisis por el tamiz de la voluntad popular.
Sin embargo, el gobierno sumido en pánico de ser juzgado por sus múltiples delitos, entre ellos el narcotráfico de sus capitostes, cesión de soberanía y corrupción por doquier, acomete desesperado la estupidez de un vil secuestro de las instituciones que viene controlando por abuso de poder. Un repudiable poder judicial nombrado a dedo, al margen de la Constitución- ninguna credencial exhiben los amañados magistrados- se enfrenta a la representación de la soberanía popular. El TSJ express no tiene facultades para desconocer la autonomía e independencia del Poder Público Legislativo y mucho menos desconocer la voluntad popular.
El TSJ es un poder designado, no electo, que desacata la voluntad del soberano y usurpa potestades del CNE, que acreditó y proclamó a los cuatro diputados del estado Amazonas. El TSJ subalterno pretende robar la mayoría calificada pero los rojos no saben sacar cuentas, con todo el arrebato la alternativa democrática sigue manteniendo la mayoría calificada. En este conflicto podemos observar a poderes públicos deslegitimados actuando en comandita, desgastados, confrontando a un parlamento recién electo, bañado de legitimidad con el bautizo de la voluntad popular resplandeciente. El régimen agotado en sus marramuncias continúa en los suyo, chapoteando en el pantano y manejándose como una camarilla autoritaria que atropella al que piensa diferente.
La formidable fracción parlamentaria de la Unidad Democrática y el experimentado y competente presidente de la Asamblea, no pisan el peine de la canalla que se niega a la reinstitucionalización y ha metido al país en una calle ciega económica- social ; nuestros congresistas se empinan sobre las dificultades y se concentran en el fortalecimiento del Parlamento en las primeras de cambio. El fin de su tarea lo tienen claro, aunque saben que no son gobierno hacen lo posible dentro de sus competencias legislativas y de control, para aliviarle y resolverle los problemas a la gente.
No más prisioneros políticos, ni exiliados!
@JulioCArreaza