Perú abrió las puertas de un pequeño museo donde muestra al público 57 serpientes venenosas vivas que fueron capturadas en diferentes partes del país.
El lugar, administrado por el Instituto Nacional de Salud, brinda a los visitantes una mayor comprensión de los ofidios y enseña cómo actuar tras una mordedura.
“Tienen mala reputación… pero no atacan a las personas de manera directa, lo hacen por temor a ser atacadas”, dijo el veterinario Gualberto Marcas, coordinador de animales venenosos del instituto.
Agregó que “cumplen un importante rol en el control biológico, se comen a los roedores y a las lagartijas y generan un equilibrio que puede evitar las plagas”.
El Instituto Nacional de Salud también usa las serpientes venenosas o víboras que muestra a los visitantes para fabricar el suero antiofídico que sirve para contrarrestar las más de 2.000 mordeduras anuales en pies y manos que sufren agricultores y estudiantes en la Amazonía, de los cuales mueren alrededor de una decena, según cifras del Ministerio de Salud.
“Sin estas serpientes no podríamos fabricar el suero antiofídico”, dijo Marcas.
El medicamento se fabrica usando el veneno de víboras de las especies bothrops atrox, bothrops barnetti y bothrops pictus, cuyas mordeduras son las más frecuentes en Perú. El suero se envía a los diferentes establecimientos médicos del país y se usa de forma gratuita cuando llegan quienes han sido mordidos por los ofidios. No obstante, un estudio de la Defensoría del Pueblo publicado en 2015 mostró que 60% de postas sanitarias de la Amazonía carecían del medicamento.
Según datos oficiales, de las 335 especies de serpientes existentes en Perú, unas 33 son venenosas. Brasil lidera la mayor diversidad de serpientes en Sudamérica con 388 especies, según cifras del Centro Nacional de la Investigación y Conservación de Reptiles y Anfibios de ese país. AP