Venezuela se haya al borde una crisis humanitaria si consideramos la gravísima escasez de alimentos y medicinas así como la escalada inflacionaria. En este escenario cualquier gobierno sensato tomaría medidas para desmontar la tramoya de obstáculos que ha impuesto al sector productivo, con el fin de reactivar la oferta de bienes y servicios. Pero nada de esto hace el régimen; en su lugar se ocupa de señalar a la guerra económica y a la oposición como los causantes de estos males. Ahora nos enteramos que Maduro descubrió que la corrupción es un cáncer que se come las entrañas de la Nación y pretende combatirla. ¿Quién se lo va a creer? Cuando el régimen prohibió que las empresas privadas de la industria avícola, realizaran importaciones directas de materias primas y vacunas, supuso erróneamente que cualquier burócrata oficial sustituiría a un especialista. Craso error porque el conocimiento no se trasmite por bloques ni se aprende en un día. Hay que saber muy bien que se debe comprar, para qué se necesita, cuáles son las condiciones y logísticas de la compra, cuáles son las características de los bienes o servicios que se deben comprar y además, es indispensable poseer habilidades de negociación.
Como nuestros funcionarios no saben o no les interesa comprar adecuadamente, piden sin grandes especificaciones; así por ejemplo, no es lo mismo pedir maíz, a pedir maíz grado 2, con 6% de proteínas, con un tope de 1 ppm de grados quemados, con 12% máximo de humedad, con un máximo de 5 partes por millón de aflatóxina y otro tanto de T2. Entonces, nos venden aquel maíz que nadie quiere, el que tiene tanto tiempo almacenado y en condiciones tan primitivas, que cuando los animales lo consumen se derrumban todos los indicadores de producción. Los animales llegan a perder bordes de la lengua y sufren de perforaciones en ella, padecen de candidiasis extrema, lo cual indica pérdida de las defensas inmunológicas lo que les impide alimentarse bien y hasta postrase, también dejan de producir masivamente y eventualmente mueren.
Como si los problemas de mala calidad y de sobre precios de los productos comprados por el gobierno fueran poco, cuando llegan las importaciones, otros funcionarios piden comisiones para poder asignar cupos de materias primas a las empresas: no hay comisión, no hay materia prima, con lo cual se asume el riesgo de parar la producción de alimentos para animales, dejarlos morir por hambre y quebrar el negocio que ha mantenido a las familias, tanto de propietarios, como de trabajadores. Normalmente, el valor de las “comisiones” forzadas equivale al valor unitario de la importación. El problema no se limita a las compras internacionales, sino también a las condiciones de almacenamiento de granos que aplica el gobierno que son extremadamente lamentables: no se airean ni fumigan los granos y estos se infestan y producen las mismas micotóxinas que se mencionaron en el párrafo anterior y por ende, implican las mismas consecuencias.
En Venezuela la industria avícola ha sido relativamente eficiente, principalmente por los programas de prevención sanitaria, entre los que destacan los programas de vacunación; en condiciones normales, en una granja de reproducción avícola, durante las 20 semanas que dura el período de cría y levante o desarrollo del animal, se vacuna cada lote de aves hasta con 40 vacunas, para prevenir diferentes enfermedades; actualmente no hay vacunas, el gobierno no permite su importación, tampoco las trae y se corre el riesgo de epidemias que pueden acabar con todos los planteles de cría. Tal es la dramática situación que terminaría de agravar la escasez. Pero aun cuando el gobierno pretendiera rectificar, esto requiere de talento, voluntad de trabajo, así como hacer las cosas bien, algo que le resulta imposible a un gobierno conformado por mediocres de alto calibre.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas, 3 de febrero de 2016