Sabido, recientemente la capital aragüeña acató el toque de queda declarado por la jefatura de una banda criminal. Muy pocos se arriesgaron a incumplir la medida, dictada como si proviniera de una legítima autoridad pública.
Naturalmente, a todos ha indignado una noticia que, reiterada, rubrica el fenómeno advertido por los especialistas. El Estado nominal, agigantado, ineficaz, invertebrado e inútil, ha abierto paso a otra versión que tiene en la violencia su mejor oferta y que, digamos, ha quedado protocolizado con el hurto de unas armas bajo resguardo del sector militar.
El Estado no constitucional, propugnado por un tal poder popular a la medida de los objetivos e intereses del gobierno que cuenta con el más poderoso arsenal del país, convertido en secta dirigente, nos retrotrae a etapas que alguna vez creímos superar. El paso lógico, al descomponerse, es el de realizarse como un poder de facto librado de cualesquiera controles, incluso, morales, frente a otros poderes de facto que no lucen bajo la mirada escrutadora de servicio de inteligencia alguno.
Tuvo por origen la duplicidad de funciones y la confusión con el principal partido de gobierno, diciendo demoler la versión burguesa, para abrirle camino a otras expresiones que ayudasen al ejercicio de un riguroso control social. Las más variadas manifestaciones del delito, adquieren una prestancia y jerarquía corporativa al enlazarse con las instancias formales del Estado que se desea, al monopolizar su dirección, superar. Por ello, muy pocas diligencias pueden pedirse a un régimen que evade o desconoce las cifras mortales, atreviéndose a adulterarlas o versionarlas.
Importa combatir, perseguir y reprimir toda oposición política que lo amenace, constituyendo su más consumada especialidad, porque el resto de sus responsabilidades queda a la deriva: estuvo en el fondo de la tentativa de reforma constitucional de 2007, al pretender transferir a las comunidades los problemas más agudos en el orden de la seguridad personal, producción y distribución de bienes y servicios, salubridad. Siempre que la muerte sea una noticia ajena, el pacto de convivencia es el de las mafias establecidas que hallaron en el socialismo una bandera de legitimación.
@LuisBarraganJ