Por eso afirmamos que en la Venezuela del siglo XXI no ha existido revolución alguna. Lo que sí ha ocurrido es la sustitución de un gobierno por un régimen de militares (militaristas), sean activos o en situación de retiro, que en el transcurso de estos 18 años ha degenerado en un sistema autoritario, y en consecuencia, declaradamente arbitrario, corrompido y corruptor.
En Venezuela cualquier asonada, sublevación o montonera, siempre se la ha denominado “revolución”. Y este término ha estado asociado siempre ha reivindicación, tipo “Robin Hood” y desde el siglo pasado, a un asunto ideológico, de guerrilla socialista o comunista.
No ha sido para nada extraño que estas cosas ocurran en Venezuela. Y siempre de estas y de peores “revoluciones” hemos salido, y esta que padecemos no será diferente. Lo diferente es haber disfrazado de bolivariano y socialista a un régimen que muestra su falsedad cada vez que sus caras más visibles, abren la boca para justificar la obscenidad, la aberración de un discurso que trata de justificar una forma de vida que nadie desea.
Y resulta risible, ridículo y grotesco observar la manera como un izquierdista, un chavizta y un psuviano, intentan luchar contra la realidad. Porque ella ahora es la gran subversiva. Por eso el régimen intenta, busca falsearla, adoctrinarla y controlarla.
En Venezuela se ha demostrado una vez más, que en cuanto a gerenciar, administrar un país, un Estado, los militares no son capaces de hacerlo. Esto porque civiles y militares son naturalezas total y diametralmente opuestas.
Tristemente cuando hablamos de militarismo nos estamos refiriendo, tanto a un tipo de uniformados como a aquella mentalidad que la tienen muchos civiles. Por eso debemos indicar que entre civiles existen muchas mentalidades de “cachuchas y gorilas”. Mucho microbio enfermo de poder, con pistola al cinto, para imponerse sobre quienes fomentamos una sociedad de vida plena en civilidad.
No creo que este régimen tenga intenciones de rectificación alguna. Además, ya no tiene ni “testículos ni ovarios ni mucho menos neuronas” para atreverse a asumir sus enredos y cambiar hacia un sistema de vida que satisfaga a las mayorías de hambrientos venezolanos.
Tampoco hay dinero para pagar a escribidores que construyan bellas ilusiones, como Ramonet o pensadores, como Chomsky. Tampoco está Ceresole con sus locuras de un Estado-Partido-Ejército-Pueblo; ese enredo ideológico que enloqueció de poder al “arañero de Sabaneta”. Y los fariseos de Correa, Evo, junto con el protector Castro, “escurrieron el bulto” para buscar otros incautos. Y menos vendrán los rusos, los chinos ni los iraníes para salvar de la hambruna, las epidemias y la inseguridad, el legado de miseria del gran mesías responsable originario: Hugo Rafael Chávez Frías y su séquito de aduladores.
Lo que resta de este régimen es una inevitable y trágica novela barata de fin de siglo. Terminará en el basurero de la historia porque saldrá por la puerta trasera de la cultura venezolana.
A quienes falsificaron hasta la imagen de uno de los más grandes venezolanos, Simón Bolívar, y cambiaron hasta el huso horario, las fiestas patrias, e impusieron una extraña nomenclatura de odio, venganza y rencilla, les queda ver su Roma de ilusiones arder mientras siguen cantando himnos fúnebres a un mesías que cada vez es más sombra, soledad y decepción de un pueblo que ahora lo desprecia.
(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis