El encuentro hoy en La Habana entre el papa Francisco y el patriarca Kiril de Moscú será el primero que se produce entre los jefes de ambas iglesias desde el Gran Cisma de 1054.
El histórico encuentro entre el papa Francisco y el patriarca Kiril en Cuba abre una vía de diálogo entre las dos iglesias cristianas.
La cita del día 12 de febrero se contempla además como el signo de una futura visita del Papa a Moscú, la asignatura pendiente de los obispos de Roma. Los católicos en Rusia son unos 600.000.
Católicos y ortodoxos comparten la creencia en un mismo Dios y el mismo evangelio, pero comenzaron a alejarse en el siglo IV, en el año 330 d.C, cuando Constantino decidió trasladar la capital del Imperio de Roma a Constantinopla.
El distanciamiento se agudizó en el siglo IX y finalmente, en 1054 se produjo la separación definitiva a raíz del Gran Cisma entre Oriente y Occidente, durante el papado de León IX y el patriarca Miguel I Cerulario, quienes incluso se excomulgaron mutuamente.
Ambas Iglesias se separaban, entre otras razones, por cuestiones como el Filioque, -el Espíritu Santo no sólo procede del Padre, sino también del Hijo-, la jurisdicción universal del papa entre todos los cristianos o la validez de algunos sacramentos.
Tras siglos de distanciamiento, el Concilio Vaticano II (1964), convocado por Juan XXIII, hablaba ya, en su decreto sobre ecumenismo, no de confesiones “cismáticas” sino de “hermanos separados”.
En estos años, las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa han sido distantes y en ocasiones, incluso tensas. Por ello, la cita religiosa en La Habana servirá para mostrar la flexibilidad de ambos líderes religiosos.
Durante el pontificado de Juan Pablo II, los ortodoxos rusos culparon al papa polaco de agudizar el cisma al defender a ultranza a la Iglesia greco-católica o uniata (católicos de rito oriental) en Ucrania y le acusaban de hacer “proselitismo” en territorios de su tradicional influencia.
Wojtyla había decidido en 2002 reorganizar además la Iglesia católica en Rusia, creando cuatro diócesis lo que, tras ser recibido por los ortodoxos como un “desafío”, provocó la expulsión de cinco sacerdotes católicos, incluido un obispo.
Las relaciones mejoraron tras la elección en 2005 de Benedicto XVI como papa, con quien en 2009 Rusia estableció relaciones diplomáticas plenas.
Como estados, la hoy extinta Unión Soviética había iniciado relaciones con la Santa Sede el 15 de marzo de 1990, un año antes de su desintegración y poco después de la histórica visita al Vaticano del que fuera su último dirigente Mijail Gorbachov, un ateo confeso y defensor de la libertad religiosa durante la “Perestroika”.
En enero de 1992, la Santa Sede reconoció a Rusia como sucesora jurídica de la URSS y estableció relaciones a nivel de representaciones permanentes, y en diciembre de 2009 ambos estados establecieron relaciones diplomáticas plenas.
Tras Gorbachov, todos los dirigentes rusos han sido recibidos por el papa de turno en el Vaticano y si en algún momento los presidentes de Rusia invitaron al pontífice a visitar Moscú, el patriarca Alexis II vetó cualquier intento de viaje pastoral de un obispo de Roma a Rusia.
En 2008 falleció Alexis II y fue sustituido un año después por Kiril, un firme partidario del ecumenismo y quien, recién entronizado como Patriarca número XVI de la Iglesia ortodoxa rusa, recibió en Moscú una delegación del Vaticano encabezada por el presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.
Ahora, Francisco y Kiril tendrán en La Habana la oportunidad de ejercer sus buenos oficios, acercar sus Iglesias y denunciar al unísono la persecución de las minorías cristianas en Oriente Medio y el norte de África. EFE