¿Estamos a punto de convertirnos en país-potencia o estamos al borde de una crisis humanitaria de alimentos y especialmente de medicinas? Las respuestas a estas preguntas parecen definir el tono de la actual polarización política en Venezuela. Polarización también relativa, a decir del resultado electoral del 6-D que, paradójicamente no tiene hoy nada que ver con el poder fáctico, armado y castrense que sostiene a un gobierno esencialmente militar con una desvencijada fachada civil, y un comodín jurídico teñido de rojo llamado TSJ.
Hay un abismo que separa cada día más la defensa desquiciada de una acción política y económica que ha devastado al país, con impune signo corrupto y abierto talante autocrático, adelantada por Maduro y las capas de poder que lo sostienen, y la realidad de los venezolanos, que ven como una mega-inflación “socialista” los empobrece acelerada e irremediablemente, y les ha hecho retroceder a pretéritos estadios de primitivismo y barbarie, en términos de consumo y calidad de vida.
La oposición se reúne, declara, anuncia mecanismos, métodos varios para concretar el fin del gobierno de Maduro: revocatorio, renuncia, enmienda, en un abanico de opciones que buscan enfrentar y sortear el bloqueo absoluto del TSJ.
A estas horas, los tiempos políticos van a un ritmo muy distinto a los tiempos del hambre, de la obstinación por colas cada vez más largas en las cuales ya se consiguen menos cosas, por la escasez de medicinas, inseguridad y cansancio ante un Estado cuyas arcas están vacías, más por la avaricia y festín de mafias boliburguesas que por la esperada y cíclica caída del precio del barril de petróleo. ¿Qué es una exageración hablar de crisis humanitaria porque no estamos en algún país de África? Pregunta a formularles a los familiares de aquellos venezolanos que han muerto por no conseguir un medicamento, o tratamiento, o que no han podido ser operados por la ausencia de algún insumo, equipo o reactivo.
Quienes hoy gobiernan Venezuela, deslegitimados por su inmoral e irresponsable silencio ante el saqueo del erario público y los escándalos de personeros oficiales y castrenses con presuntos vínculos con el narcotráfico, bloquearán por todas las vías, legal o ilegalmente, a quienes abogan y trabajan por un cambio político, económico y social en el país.
Calle. Protesta. Movilización. Crítica. Organización. Articulación. Son los recursos con los que cuenta la oposición, con mayoría parlamentaria, pero invisible e inexistente para el Ejecutivo y el resto de los poderes.
El escenario que asumirá la confrontación, esperemos que sea el electoral. Sería lamentable que el Gobierno niegue y cierre esa posibilidad.
Cada proceso de cambio social tiene su tiempo y sus señales, y aunque se pretendan silenciar u ocultar, están allí, van apareciendo. Imbuidos en su burbuja, dentro de sus camionetas y lujos mal habidos, siguen denunciando al Imperio, mientras Evo Morales languidece políticamente, y a Lula lo detienen 3 horas para explicar los malabares financieros de Petrobras. Caídas simbólicas. Ocasos inexorables.
Ellos siguen allí. En la comodidad de su mentira. En el confort de sus privilegios. Hasta que la realidad los alcance.
@alexeiguerra