La proximidad de la muerte no debería angustiarnos

La proximidad de la muerte no debería angustiarnos

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Para Ramón Bayes, autor de «Olvida tu edad», la muerte forma parte de la vida, es el precio que pagamos por ella, publica abc.es





-¿Cómo debe asumir una persona que ya es mayor?

Cada persona debe aceptar su realidad. Que le sea indiferente que los demás le vean como mayor, senior, viejo o anciano. Es su problema, no el mío. Mi realidad es la que es y maquillarla no tiene, a mi juicio, demasiado sentido.

A medida que aparecen limitaciones tenemos que aceptarlas y, si podemos, compensarlas. Así, por ejemplo, para contrarrestar mi sordera uso audífonos, al aparecer temblor en mi mano derecha he aprendido a coger los vasos y comer la sopa con la izquierda, en lugar de escribir a mano uso las teclas del ordenador; si mis piernas se cansan, limito el número y destino de mis viajes…

-¿Cómo aliviar el sentimiento de angustia cuando una persona se siente mayor y sabe que llega el fin de su vida?

La muerte forma parte de la vida; es el precio que pagamos por ella. La proximidad de la muerte no debería angustiarnos. Habría que naturalizar la muerte, hablar normalmente de ella; no considerarla tabú. Y, a veces, sin ninguna morbosidad, reflexionar sobre la propia muerte.

De acuerdo con Séneca «la premeditación sobre la muerte es premeditación sobre la libertad. Quién ha aprendido a morir ha desaprendido a servir».

-¿Cuál es el secreto del buen envejecer?

Mantener viva la curiosidad, tener la autonomía suficiente para hacer las cosas que quieres hacer o averiguar, y ser generoso, en especial con las personas de tu entorno.

Respetar a los demás; aprender a escuchar, comprender y perdonar. Intentar, en la medida de nuestras limitaciones, cambiar las cosas que consideramos mejorables o injustas.

Escuchar es esencial en una sociedad en el que muchos, tal vez la mayoría, sólo quiere imponer su verdad.

-¿Por qué hay viejos de 20 años y jóvenes de 80?

Cada persona, en cada momento concreto de su vida, es un producto provisional, abierto al cambio de su biografía anterior. Cada biografía es un viaje único e irrepetible, que empieza en el momento de nacer y transcurre hasta la muerte, a través de un número enorme y desconocido de interacciones cognitivas, emocionales, culturales, sociales, sobre una base genética asimismo impredecible y compleja.

Somos también, en buena parte, como afirma Woody Allen, producto de la suerte, de situaciones y decisiones que influyen y cambian el rumbo de nuestra vida.

Yo, por ejemplo, sé que si a los 85 años continuo activo es, en gran parte, porque las actividades que realizo –escribir libros, dar alguna conferencia, participar en congresos, conocer nuevas personas…– me gustan, puedo hacerlas y el tiempo que les dedico me pasa volando.

Tienen para mi un valor intrínseco; no son trabajo, sino ocio. Pero no sabría explicar por qué me gustan. Otros prefieren coleccionar conchas, explorar pulmones, tocar el saxo, pintar un cuadro o cuidar un huerto. Los hay que pasan su vejez medio dormidos en un salón de orejas ante un televisor y otros, en cambio, que se muestran plenamente despiertos en algún tipo de voluntariado. Como ocurre entre los jóvenes, hay ancianos conservadores llenos de temores y ancianos revolucionarios que, como José Luis Sampedro a los 96 años, siguen luchando por la libertad. Hay entornos que facilitan el pensamiento libre y otros que lo coartan. La edad no es un indicador fiable.

-La jubilación suele presentarse como un premio, un descanso a tantos años de esfuerzo laboral. ¿Es habitual considerarlo así, o se asume más como un castigo?

Los artistas y la mayoría de profesionales liberales (profesores, periodistas, médicos, abogados, maestros), si se encuentran bien de salud no querrían jubilarse nunca. Para ellos, la jubilación forzosa es un castigo. En un futuro, en este momento difícil, tal vez utópico, la obligatoria «jubilación menú» debería sustituirse por una flexible «jubilación a la carta». Así, en la universidad, la jubilación es a los 70 años y al llegar este momento, aproximadamente un 15% no querría jubilarse nunca mientras tuviera capacidad para dar clases mientras que otro 15% (los se han equivocado de profesión, a los que no les gusta enseñar ni tampoco aprender de sus alumnos) debería haberse jubilado antes de los 60.

A la mayoría de trabajadores no les gusta su trabajo. Trabajan para subsistir o comprar cosas; reducen la vida a los fines de semana y las vacaciones. Tenemos un gran reto: ¿qué debería hacerse para que la mayoría de personas lo pasara bien en su trabajo?

-¿De qué manera se puede vivir con felicidad la vejez?

Encontrando sentido a tu vida. Disfrutando lo que tienes y no lamentándote por lo que no tienes.