Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el Aburrimiento bostezaba por tercera vez, la Locura siempre tan loca propuso: Vamos a jugar a los escondidos. La Intriga levantó el ceño extrañada y la curiosidad sin poder contenerse preguntó: ¿A los escondidos? ¿ Y eso cómo es? Así lo reseña toyfeliz.net
Es un juego –explicó la Locura- en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando ya haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego. El Entusiasmo bailó secundado por la Euforia, y la Alegría dio tantos saltos que terminó de convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar; la Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? si al final siempre la hallaban, y la Soberbia pensó que era un juego muy tonto; en el fondo le molestaba que la idea no hubiese sido de ella, y la Cobardía prefirió no arriesgarse.
Uno, dos, tres… empezó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al Cielo y la Envidia se encontró tras la sombra del Triunfo, quien por su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que encontraba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos; que si un lago cristalino para la Belleza; que si la rendija de un árbol: perfecto para la Timidez; que si el vuelo de una mariposa: lo mejor para la Voluptuosidad; que si una ráfaga de viento: magnífico para la Libertad, y así terminó en ocultarse en un rayito de sol.
Para leer la nota completa pulse Aquí