La palabra oficial no es, precisamente, palabra. A lo sumo, el régimen prefiere los escasos caracteres impuestos por las redes sociales para emitir sus órdenes antes que una explicación razonada y razonable de sus intenciones y pretensiones en cualesquiera foros institucionales, como el parlamento.
La Gaceta Oficial es un invertebrado compendio de decisiones ya adoptadas y ejecutadas, o las decisiones del Tribunal Supremo el asiento de la palabrería y la palabreja que, atentando contra las más elementales normas constitucionales, alza el andamiaje de lo absurdo desmentir toda expresión legítima y democrática de la sociedad. Las peroratas presidenciales son largas e incomprensibles, contaminadas por las anécdotas, contrariedades y las propias limitaciones del magno vocero.
La Semana Mayor también es ocasión para acercarse a los oficios católicos y apreciar la pedagogía del entendimiento que, en cada homilía, recobra la importancia de la palabra. Las lecturas correspondientes, dan oportunidad para una interpretación paciente, sobria, coherente y susceptible a todo intercambio, como ocurre – irreprimible – en otros ámbitos (religiosos, académicos, gremiales, partidistas, etc.),
Reforzado por la esmerada propaganda y publicidad oficialista, desconfiamos de las explicaciones y hasta de la lectura de los textos largos y organizados. Desconfianza necesaria de revertir, nos conduce a aceptar las órdenes, a obedecerlas, a no demandar siquiera un gesto de explicación.
@LuisBarraganJ