Por necesidad la oposición se unió para las elecciones parlamentarias y porque a cada partido le tocaba algo. Ahora, en cambio, retorna la desunión cuando abundan los candidatos presidenciales. Primero Justicia Voluntad Popular y Acción Democrática representan solo a una parte del país, por eso después de ganar las elecciones la oposición no ha seguido avanzando, necesita recuperar la unión. Toda la oposición concuerda en obligar a Maduro a abandonar Miraflores, pero no en el momento ni en la manera, y sobre todo en la visión de mañana, en lo que vendrá después. No hay un programa claro de futuro ni de rechazo al curioso socialismo del siglo XXI, en definitiva parte de la oposición y del país sigue pensando a la izquierda, no acepta un programa de derecha. Aun así la oposición cuenta con una ventaja, enfrenta a un adversario inmovilizado, sin imaginación ni proyecto. El chavismo murió con Maduro y no existe ni existirá el madurismo. Al gobierno lo salva por ahora la inercia y las ganas de sobrevivir de los chavistas. Maduro sobrevive como un barco sin rumbo, arrastrado por la corriente.
Ahora el país enfrenta nuevos y definitivos dilemas.
“La petrolera estatal brasileña Petrobras registró el año pasado pérdidas récord de 9.660 millones de dólares, muy por encima de las 5.986 millones que se anotó en 2014, lo que supone el peor resultado de su historia. Además, se trata de las mayores pérdidas anuales registradas por una empresa brasileña, pública o privada”.
Nuestra Pdvsa anda por el mismo camino. Llega la hora de abrir el petróleo a la inversión privada, nacional o internacional. El chavismo y el antichavismo están obligado a tomar decisiones y a pensar lo impensable, a admitir que buena parte del pensamiento económico de los últimos 50 años ya no sirve de orientación. La crisis actual continuará si los próximos gobiernos no se atreven a pensar lo impensable como ya se dijo. No estamos seguros que en la oposición estén conscientes de los desafíos del presente, abundan los que suponen que con buena administración y honradez se salva el país, pero no basta con cambiar de rumbo.
La edición de The Economist del 2 de abril de 2016 publica un reportaje titulado “Spot the differences”, que podía traducirse como “Encuentre las diferencias”. En el trabajo hecho desde Caracas plantean paralelismos entre la situación económica y política que vive Venezuela en la actualidad y la vivida en Zimbabue a finales de los años noventa e inicios del siglo XXI.
Este año se anuncia en el país una inflación superior a 300%, algunos la calculan hasta en 700%, a un paso pues de la hiperinflación.
Maduro, como Chávez, cree que la economía se maneja con los fusiles, cosa que fue verdad en Venezuela cuando el petróleo superaba los $100 por barril. Hoy hay que administrar la economía, algo imposible para el chavismo, nos aguarda pues escasez, inflación y el deterioro de la vida”.
En Brasil ya Lula da Silva ha sido acusado de ocultar su patrimonio y de lavado de dinero. Petrobras se ha convertido en una empresa para perder dinero, como pronto lo será también Pdvsa.
A Venezuela le aguarda el destino de Brasil, solo que como los medios los domina el chavismo, en especial la televisión, se esconde la realidad pero pronto la crisis económica reventará con tal fuerza que la corrupción será evidente, porque en Venezuela entró demasiado dinero, solo que se lo robaron. Es obvio, igual que el destino que nos aguarda y que se ya se anuncia este año, alguna forma de explosión social cuando el pueblo se canse de hacer colas. Claro que es mejor que antes haya una salida política, un acuerdo en el país para superar esta situación lo que nunca se logrará de un día para otro, requerirá de tiempo, para dejar de ser una versión en el Caribe del país africano, la Zimbabue caribeña.