¿Quién lo iba a imaginar? Hace no mucho estaban las pirañas arrebatando cabelleras y ahora están proliferando hordas que toman justicia por sus propias manos. Los videos le están dando la vuelta al mundo y hay una conclusión rápida en quienes los observan: Venezuela es un país de gente salvaje.
Y lo peor es que esa imagen cruda y primitiva la venimos exportando desde hace tiempo. Cuando pensamos que ya nada peor puede suceder, llegan nuevos episodios en esta cotidianidad que supera la ficción, que le gana al terror y que no nos termina de despertar del letargo social que vivimos.
Los turistas que conocieron estas tierras hace más de una década recuerdan una sociedad amable, solidaria, calidad, hospitalaria y alegre. ¿Cuánto de eso nos está quedando ahora? El inventario de cualidades también comienza escasear. Acá, sin darnos cuenta, estamos viviendo una batalla de valores contra antivalores. Es el peor de los enfrentamientos.
Hay tanta necesidad de justicia que terminamos siendo injustos con nuestros propios principios. Es tan criminal el que roba como el que le prende fuego al que lo asaltó. Casi siempre con la luz del día, las grabaciones tienen muchas otras cosas en común: golpes, rabia, fuego, atacantes y atacado.
Digo “atacado” y no “delincuente” porque en varios de estos casos la muchedumbre ha terminado linchando a cualquiera que otro ha señalado: “ése es el tipo, ¡vamos a quemarlo!”.
El caso reciente de Los Cortijos aún sigue bajo investigación. Hasta ahora hay versiones encontradas. Algunos medios han difundido la versión de la familia del “chef honesto” que trataba de auxiliar a un hombre de la tercera edad, cuando un grupo lo ataca y le prende fuego. En el vídeo hay confusión. Nunca se observa al supuesto señor que es ayudado por el cocinero. Pero, ¿por qué éste no lo defiende del linchamiento, sabiendo que él no lo había robado?
Hay conclusiones preliminares que apuntan a bandas más organizadas y con una estrategia de robo más que planificada. Mientras unos roban, otros fingen ser víctimas. Se arma el escenario de confusión y esta supuesta víctima acusa a cualquier transeúnte de ser el ladrón. Siguiente capítulo: el linchamiento.
Tenemos que superarnos como sociedad. La impotencia y el descontrol no pueden gobernar la calle.
@keyberth