Bajo el cielo venezolano, ya no hay nada que no se haya dicho sobre este gobierno, que impropiamente se hace llamar socialista, y solo es revolucionario, en el avance de la impunidad, en la violación de los preceptos constitucionales y en lapidar la democracia. Y pensar, que este grupo de golpistas frustrados, tomaron el poder mediante las elecciones presidenciales de 1998. En el entonces, prometieron combatir por todos los medios, la corrupción, la miseria, los excesos de poder y la violación de los DDHH. ¡Mas no ha sido así! Pues, pervirtieron, al menos, a dos tercios del componente del poder político en gestión y redujeron a la población a la más extrema pobreza. El oficialismo ha devenido en arbitrariedad, indolencia, exclusión e incondicionalidad culposa. Por ello, de manera evidente, han pulverizado a la imparcialidad y equilibrio de los Poderes Públicos. Las muestras ejemplares las podemos encontrar en las últimas decisiones segregacionistas y de parcialidad política del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), quien como poder derivado, desconoce y escamotea la voluntad popular del país del 6D de 2015, al reprobar cualquier decisión del poder originario de la Asamblea Nacional. Lo hace, porque la mayoría de los parlamentarios son de oposición, esto, sin olvidar la suspensión de la proclamación de los diputados de Amazonas y la negativa de dar libertad a los presos políticos que fueron electos como diputados. En consecuencia, las decisiones del TSJ, en connivencia con el presidente de la República Nicolás Maduro, no guardan correspondencia con los preceptos de la Constitución Nacional. Bajo la perversión, pocas cosas quedan bienaventuradas. ¡Gracias a Dios! De alguna manera, en algún recodo aún quedan reservas morales que luchan y lucharan hasta conquistar el bien, que es bueno para el país y el ejercicio de la ciudadanía. Esto se da, porque no todos los hombres tienen capacidad para corromperse ni los pueblos se abandonan a vivir en el mal. Aquí es cuando renace el elemento instintivo del hombre civilizado.
Nadie puede ser obligado a vivir bajo la escandalosa y espantosa tortura en que la revolución bolivariana pretende reducir a la población. Pues, tras el caos de trasporte público y las ingentes colas, somete a los venezolanos a la esquelética escasez de los anaqueles de supermercados, a los recurrentes cortes de electricidad y agua; esto sin contar, las calamidades del desempleo, el hambre y la inseguridad. Pues, además de las desequilibradas decisiones del TSJ, se suman los desaciertos políticos y la falta de previsión del gobierno retrovolucionario. La verdad siempre será reveladora y despiadada contra quienes mal ejercen. Venezuela ha sido convertida en un verdadero infierno. La gente, para desarticularlo, está a punto de estallido. Frente a lo inminente, el gobierno no hace nada ni acepta su mea culpa. Y en su desacierto e impotencia, solo usa, a sus más recurrentes y archiconocidos cuentos como escusa para evadir responsabilidades y profundizar la crisis. La gente ya no cree que la oposición y la burguesía nacional sean los culpables de la crisis. Saben que estas son escusas de una gestión desmoralizada e impotente. El hambre reaccionará frete a los platos vacíos. ¡Nadie está preparado para lo inminente! “Por ahora”, al gobierno no se le ve una solución viable. ¡Ojalá!, no degenere en violencia institucionalizada. ¡La boca de los fusiles no calma la indignación! ¡Que se imponga la sensatez!