Armando Martini Pietri: Las palabras ya no se las lleva el viento

Armando Martini Pietri: Las palabras ya no se las lleva el viento

ThumbnailArmandoMartiniPietriAgo2015Parece que dejo de tener vigencia ese viejo refrán de que las palabras se las lleva el viento, mucho menos en estos tiempos de avanzada tecnología y de equipos que cualquiera puede llevar y utilizar. En los últimos años ha surgido con fuerza el periodismo popular, las informaciones que millones de usuarios de teléfonos móviles captan, fotografían, graban y pueden enviar a quienes les parezca, sean amigos, familiares o medios de comunicación.

Nunca como en estos tiempos ha podido hablarse con amplio y detallado realismo de la “era de la información”, y en el mundo entero los medios invierten no sólo en sus propios y renovados equipos, sino en instalaciones y programas para comunicarse directamente, de ida y vuelta, con el público en general dentro y fuera de su propio país.

Ya no es simple afirmar que fulano de tal “habla pendejadas”, porque deja de ser pendejada aquello que puede ser difundido masivamente. El Gobierno, y el revolucionarismo bolivarianero lo saben. Lo malo (¿o lo bueno?) es que no han aprendido, no les entra en las cabezas que con la facilidad y rapidez de las comunicaciones, lo que primero se consolida es la variedad y su hermana gemela, la libertad de información. Dilapidar el dineral que el chavomadurismo ha gastado –dinero, lo sabemos pero es bueno recordarlo, de todos los venezolanos sean o no bolivarianos- para tener toda una estructura de medios audiovisuales e impresos que sólo inyectan informaciones y opiniones claramente oficialistas, sólo produce lo que ha ocasionado: fastidio, baja sintonía, poca circulación y, en consecuencia, menguada trascendencia. No importa cuántos ejemplares imprima un diario, sino el interés con el cual sean leídas sus informaciones.





Twitter, Facebook, celulares inteligentes y muchos otros son buenos ejemplos, llenan espacios e intereses de cada vez más personas, de todas las edades y niveles socioeconómicos. Dedican buena parte de su tiempo a recibir, leer, reenviar y escribir mensajes de cualquier índole. La gran mayoría pueden ser consideradas “pendejadas”, pero es la facilidad, la curiosidad las que hacen las modernas diferencias y, no hay que descuidar, un nuevo empeño y obstinación de las personas de expresar y comunicar sus opiniones, pareceres y creencias.

En temas de enorme relevancia, como la imagen de personas e instituciones, es decir, la percepción, el concepto, la interpretación, que hombres, mujeres, adolescentes y niños tengan de un organismo privado o público, de un funcionario, de un profesional, este nuevo universo comunicacional es de extraordinaria importancia, y en ese sentido no hay eso de “escribir o pensar pendejadas”, todo es importante para cada persona con una computadora o un celular en la mano. También lo saben y entienden, el Gobierno, el Presidente, ministros y funcionarios diversos, por eso sobran las informaciones y comentarios que difunden.

El problema está en que a lo largo de los años, y habiendo caído en demasiadas torpezas –no hablemos en este artículo de los derroches y corrupciones, de eso se encargarán tribunales y abogados en su momento-, ya sus mensajes no sólo causan escasos efectos positivos sino que, por el contario, suelen aumentar el escepticismo e incredulidad ciudadana.

En los tiempos aquellos del caracazo fue la televisión y la radio los primeros y principales difusores, mientras todavía había disturbios en Guarenas, ya se conocían en Mérida, Puerto Ayacucho, Ciudad Bolívar y Caracas, por sólo citar cuatro ciudades. Los venezolanos llegaron esa mañana a sus labores habituales ya con las primeras informaciones de la violencia popular.

En estos tiempos de las redes sociales, las informaciones se difunden prácticamente al instante, cada ciudadano en cada rincón dentro y fuera de nuestras fronteras se transforma en comunicador. Puede que también rebose con bolserías, pero la realidad es que tiene en sus manos y a su entera disposición un gran poder de comunicación, las personas no tienen que esperar llegar a sus casas para informarse. Y eso ya no es una “pendejada”, es la mayor transformación de la interrelación entre personas en la historia de la humanidad.

También las empresas y organizaciones ciudadanas, pero muy especialmente el Gobierno, dicen, difunden y cometen “pendejadas”. Tomen ustedes por ejemplo la estrategia madurista de oponerse y de hecho descabezar con entregado apoyo judicial todas las iniciativas de la oposición en la Asamblea Nacional. Informaciones que de inmediato generan olas de detalles y opinión, en las cuales quien queda mal, son Maduro, su Gobierno y el Tribunal Supremo de Justicia. ¿Qué ganan el Presidente, sus colaboradores y su partido agrediendo la Ley de Amnistía? ¿Gana más dignidad y popularidad Leopoldo López –y los demás dirigentes y activistas presos- en la cárcel que en la calle? Diría uno que todos ellos, activos en la calle, no agregan muchos más votos a la oposición y en cambio la diversifican que, aunque unida en la Mesa de la Unidad, está dispersa entre partidos muy diferentes entre sí. Es decir, que manteniéndolos en la cárcel, objetos de rumores de todo tipo, los presos políticos ganan dignidad e interés, y el Gobierno pierde fuerza porque demuestra que les tiene miedo.

El Presidente, su equipo y partidos deberían pensar más en cómo arreglar el desastre que día tras día los perjudica, que en programas inventados y objetivos desopilantes en los cuales nadie cree, ni siquiera tozudos psuvistas. Decir que “la economía hay que diversificarla” es una de las mayores “pendejadas”, porque los venezolanos de todas las edades hemos estado oyendo lo mismo a través de años y gobiernos, cuando la mayoría actual está convencida que Nicolás Maduro e incompetentes han hecho justamente lo contrario. De la “guerra económica” -sin comentarios-, es la “pendejada suprema”.

En la era de la información en manos de las personas y no sólo de especialistas, hay que ser muy cuidadoso con lo que se dice y difunde. El chavismo, y aún más el madurismo, han sido increíblemente incompetentes. Hablan y hablan por radio, televisión, derrochan horas de audiovisuales, medios alternos, redes sociales y aun no son capaces de lograr las esperanzas que Chávez alcanzó en sus primeros tiempos. Al contrario, lo que han conseguido es incrementar las audiencia de la televisión por suscripción.

El ambiente de la “pendejada” se ha enseñoreado en el país y el líder indiscutible es el Gobierno, sobre un pueblo que necesita 12 salarios mínimos –por ahora- para comprar la canasta básica, que es víctima de servicios públicos que fallan a diario, de una inseguridad feroz, cruel y sanguinaria que empieza por asesinar militares y policías.

Esto debe tener aterrorizado al Gobierno necio, injusto, abusador e incompetente, sin embargo le queda un arma colosal: la palabra, la información en sus propias manos; las tiene, y las usa. Y no son inofensivas, golpean, erosionan. Las armas de los militares son ruidosas y sangrientas, las armas comunicacionales de los ciudadanos, son letales.

@ArmandoMartini