Luego de recitar un rosario y entonar dos evangelios, los niños de una escuela en Las Lomas, un pueblo rural a las afueras de Caracas, hacen fila para entrar al comedor, donde cada uno recibirá el que puede ser el único plato de comida que comerá en el día, publica .
“Son chamos de familias desestructuradas, que viven en casas de barro, que si no es acá no tienen dónde comer“, dice Ana María González, la hermana que preside este autosustentable centro de asistencia vinculado a la fundación internacional cristiana Fe y Alegría.
El plato de metal que los niños abordan con ansias tiene una gran porción de pasta con salsa de tomate, una tajada de plátano maduro y tres cuadraditos de carne.
“Antes podíamos darles granos y carnes o pollo todos los días, pero ahora se reduce a uno o dos días por semana”, asegura González, mientras los niños comen en silencio.
Su testimonio parece repetirse a lo largo del país: los venezolanos –y entre ellos la población más vulnerable, los niños– están comiendo menos y en menor calidad.
Las encuestadoras lo reportaron recientemente: Datos encontró que 90% dice comprar menos alimentos, Venebarómetro estima que 31% asegura comer menos de tres veces al día y Encovi halló que 15% considera su alimentación monótona o deficiente.
Los datos oficiales sobre alimentación no se publican desde 2013, cuando la crisis económica apenas arrancaba: en ese momento el Instituto Nacional de Estadística reportó que el hambre –medida por consumo de calorías– afectaba a un 5% de los venezolanos.
Tres años después, muchos venezolanos cree que acá se vive una emergencia alimentaria, que hace un mes fue decretada por la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, en busca de solucionar la escasez, la inflación y la recesión que golpearon el plato de comida.