Douglas Laux ha escrito un libro sobre estas experiencias, titulado Left of Boom: How a Young CIA Case Officer Penetrated the Taliban and Al-Qaeda. Para empezar, dejó claro que la vida del agente especial es muy solitaria. Durante los diez años que estuvo de servicio, sólo le contó la verdad de su vida a su hermano, y porque la agencia se lo pidió para que en caso de que muriese en combate pudiesen contactar con él.
Aunque mantuvo alguna relación amorosa, no tuvo hijos. Para el resto de su familia y amigos, para su padre y su madre, él había conseguido un simple trabajo en el departamento de ventas de una empresa.
Laux tuvo varias novias a lo largo de su servicio, pero ninguna relación prosperó, en parte por las sospechas que tenían de él. Fue acusado por ellas en varias ocasiones de que estaba viendo a otra mujer, y él no tenía más remedio que mentir. En una ocasión, una de sus novias encontró su placa, y lo que siguió fue un espectáculo de mentiras y acusaciones cruzadas que “no terminó bien”.
Cuando tuvo que desplazarse a Afganistán, les contó que se iba a vivir a Hawai porque ese era el lugar más lejano que se le ocurría y el que era menos probable que sus conocidos fuesen a visitar. Pese a todo, sus padres intentaron visitar su casa falsa en más de una ocasión, por lo que tuvo que soltarles varias excusas. Cuando finalmente su historia iba a hacerse pública, Laux les contó la verdad antes de que tuviesen que enterarse por el periódico.
Una vez que te unes a una agencia, porque hayas sido seleccionado o porque te hayas apuntado a un programa del gobierno, esta se encargará de enseñarte las habilidades que necesitarás, por lo que todo el mundo está en el mismo nivel cuando empieza. Laux cree que eso le ayudó porque se considera sólo un “hombre normal”. Y por supuesto, nada de drogas.
Aunque su vida estuvo en peligro en varias ocasiones, ser un miembro de la CIA en Afganistán es el equivalente de tener una gran diana en la espalda, el peor recuerdo que Laux tiene es el de un larguísimo vuelo de vuelta a casa desde Afganistán. Durante todas esas horas no pudo orinar porque estaba infectado con un virus que había cogido en la zona. Esto nos demuestra que hay peores castigos que la muerte.