Participo como conferencista en las Jornadas “Retos y Perspectivas de la Educación Universitaria en Venezuela” organizadas por la Subdirección de Investigación y Posgrado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador y coordinadas por el Magister Eudys Marín.
Frente a mí, decenas de estudiantes de pos y pregrado junto a sus docentes, muchos de ellos doctorados, entusiastas todos de la educación.
Inicio mi intervención recordando conceptos de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior el siglo XXI, enfatizando en lo que a nuestro país aplica a todo evento: “Si carece de instituciones de educación superior e investigación adecuadas que formen a una masa crítica de personas cualificadas y cultas, ningún país podrá garantizar un auténtico desarrollo endógeno y sostenible; los países en desarrollo y los países pobres, en particular, no podrán acortar la distancia que los separa de los países desarrollados industrializados”.
Procuro ubicar luego a Universidades venezolanas en los ranking en los cuales se clasifican a las instituciones de educación universitaria en el mundo no encontrando a ninguna entre las primeras 1,500 en el shanghairanking, el de webometrics, el timeshighereducation o el de scimagoir para finalmente hallar, en este último, a la Universidad Simón Bolívar, icono de prestigio académico en nuestro país, en el 1,532.
De seguida muestro una información de prensa reciente titulada “USB en picada por déficit presupuestario” que describe la difícil situación por la que atraviesa la institución porque el gobierno nacional solo le asignó el 15 % de los recursos que requiere para operar, según su rector Enrique Planchart. Infraestructura en mal estado, baños cerrados, comedor y transporte funcionando a duras penas, laboratorios y bibliotecas desactualizadas, trabajadores y docentes con salarios de hambre, los que aún quedan porque según el ex rector Benjamín Scharifker más de la mitad de su planta profesoral se ha marchado a trabajar en el extranjero.
Cuando señalo que lo de la Universidad Simón Bolívar es igual, y en algunos casos peor, en cualquier institución universitaria venezolana puedo ver que la casi totalidad de los asistentes afirman que es así.
Preciso entonces que la Venezuela que soñamos solo será posible con más y mejor educación.
Indico que es urgente “trepar” en la calidad entendida esta como trabajo bien hecho, eficiencia y orientación a la excelencia y que la educación debe ser integral.
Que la misión educativa debe desplazarse de proveer información hacia la interpretación y el uso de las grandes redes informáticas así como la información que éstas contienen y a promover el pensamiento crítico y creativo en los estudiantes, que es necesario educarlos para hacerlos autodidactas, a fortalecer sus destrezas básicas de comunicación, redacción, las cuantitativas y a desarrollar pericia en el uso de tecnología informática como herramienta de aprendizaje.
Hablo de la necesaria internacionalización lo que promoverá el enriquecimiento de los programas educativos en el contexto global, de la cooperación y el trabajo en equipo entre docentes, investigadores y estudiantes de la colaboración institucional entre universidades, empresas y entidades representativas del tejido social y de la movilidad.
Insto a la mayor competitividad y a una orientación al servicio no sólo hacia los estudiantes sino hacia todos los grupos de interés que son susceptibles de beneficiarse del sistema universitario: docentes, trabajadores, empresas, sociedad en general.
Abordo el tema de la innovación y la investigación, casi ausentes de la Universidades venezolanas hoy pero fundamentales para el mañana deseado y el de la sostenibilidad; en un escenario de insuficiencia de recursos, advierto, la Universidad requiere para sobrevivir alianzas y producción que provea fuentes alternativas de ingreso.
No dejo de tocar el tema de la remuneración de los docentes. Con plena convicción proclamo que sin salarios dignos no hay educación de calidad posible.
La tarea que se tiene por delante es muy difícil advierto pero en realidad es muy pero muy difícil las tareas que se tienen por delante para que Venezuela sea otra. Pero se puede, seguro que se puede.