En solidaridad con Alexis Ponce y su esposa Nelly,
cuyos Derechos Humanos sigue violando impunemente
el gobierno del cristiano Presidente Rafael Correa
1. Donald Trump: “fraudulento y corrupto“
Donald Trump acusa en cada evento electoral que el proceso de nombramiento del candidato presidencial republicano es fraudulento y corrupto (rigged and corrupt). La queja del magnate es correcta y 51% de los estadounidenses coinciden (encuesta Reuters/Ipsos). Pero, es una verdad a medias. Si Trump fuera honesto y no un plutócrata inescrupuloso del sistema, diría que Estados Unidos no es una democracia y que nunca lo ha sido. Que transitó de un régimen monárquico-esclavista británico a un sistema oligárquico racista republicano, que desde 1776 (independencia) ha resistido exitosamente todas las rebeliones sociales e intentos de democratización popular.
2. Verdad parcial de Trump
Las oscuras y discrecionales reglas de votación, intermediación y designación de delegados en los caucuses (votación con presencia física) y primarias; los determinantes pecuniarios del proceso (best democracy money can buy – La mejor democracia que puede comprarse con dinero); elneuromarketing de los ciudadanos; la manipulación de la convención (brokered convention) y la fabricación de sus reglas, definidas por 112 honorables de la elite partidista, entre muchas otras razones, le dan la razón a Trump. El sistema “electoral” en que participa es oligárquico y discrecional. No tiene nada de democrático o popular. Pero, si el magnate ahora lo critica, es porque los capos de la “Democracia Nostra” republicana lo utilizan contra él. Hace lo mismo que Bernie Sanders, el otro semi-intruso político del sistema, que sólo critica in abstracto a Wall Street y la “clase de los billonarios”. Ambos hacen simulacros de crítica a la billionaire class (Sanders), porque el sistema electoral del Partido Democrático es tan corrupto como el republicano. Inclusive, agrega un mecanismo oligárquico adicional: los “superdelegados”. Se trata de 712 delegados que no son votados democráticamente, sino nombrados por el establishment del Partido: escogidos por “dedazo”, como se dice en México. Abarcan el 30% de los delegados necesarios para la nominación del candidato, y prácticamente todos están comprometidos con la candidata neocon Hillary Clinton.
3. Democracia estadounidense: Imperio Romano, no Democracia Griega
Una de las falacias más grandes de la historia moderna es la idea de que alguna vez hubo una revolución democrática en Estados Unidos, comparable a la Revolución Francesa. La revolución de 1776, triunfante por la flota francesa, fue anticolonial y anti-monárquica. Es decir, republicana, pero sin ninguna intención democratizadora. Semejante a la mayoría de las Guerras de Independencia en América Latina, la rebelión fue obra de mercaderes, traficantes de terrenos y esclavistas (T. Jefferson, G. Washington, B. Franklin, et. al.), que querían su propio Imperio. Por eso, la Constitución y el sistema de gobernanza de los puritanos vencedores son una copia casi fiel de la Constitución del Imperio Romano, no de la democracia directa griega. Ese ADN esclavista-plutocrático evolucionó durante los últimos 250 años hacia él de una oligarquía perfecta, a tal grado que a los ciudadanos se les quitó el derecho de elegir directamente a su presidente. La oligarquía les expropió esa facultad y la monopolizó en un Colegio Electoral de notables. La lucha contra la tiranía británica terminó en la forma de una república, en la cual, como decía Lenin, “ningún cambio de líderes o partidos puede transformar” el sistema.
4. Oligarquía sí, Democracia no
Recientes experiencias prácticas (Siria, Podemos, los Verdes, el desarrollismo latinoamericano), al igual que estudios científicos confirman el juicio de Lenin. Un análisis estadístico de la votación Trump/Clinton, realizado por el estratega demócrata Mark Penn, revela que en el sistema actual “sólo se necesitan 10 millones de votos de los 321 millones de ciudadanos” para conseguir una de las deseadas nominaciones presidenciales. En 2014, un elaborado estudio estadístico de los profesores Gilens y Page (Princeton y Northwestern University) demostró que el “espíritu de las leyes” de Montesquieu es el espíritu de la plutocracia. Investigando la incidencia de pobres, ricos y empresarios sobre el proceso legislativo comprobaron, que la influencia del ciudadano común (average citizens) sobre la forma final de las leyes ratificadas era de sólo 3%; los intereses de los ricos (>$140,000) tuvieron incidencia en el 76% de los casos y los de big business en el 56%. Perteneciendo a universidades de élite, Gilens y Page se protegieron políticamente, calificando al proceso político estadounidense como la “dominación de una elite económica”. Para la ciencia independiente es obvio que se trata de un sistema oligárquico.
5. Fidel y la democracia burguesa
Es obvio que un revolucionario socialista no tiene por que reconocer la superestructura del Estado burgués. El revolucionario es, por definición, herético e iconoclasta, porque desconoce dialécticamente los lineamientos económicos, sociales y políticos axiomáticos del status quo. Los jacobinos lo fueron ante el sistema feudal, y el Socialismo del Siglo 20 lo fue ante el capitalismo. Lenin diseñó el primer Estado socialista real, que sustituyó el sistema pluripartidista-parlamentario burgués y la crematística del mercado. La única aplicación de este modelo en América Latina la realizó en Cuba, desde 1959. El problema con este modelo de dominación política —y todo Estado es un sistema de dominación política— no es ético, por lo dicho arriba. Su problema consiste en que, hoy día, es tan poco funcional y tan poco democrático como el sistema burgués. Ambos tipos de Estado son formas políticas obsoletas de civilizaciones verticales pasadas, no del Siglo 21. Pero, aquí hay un caveat que es decisivo para la praxis.
Aunque las formas de ejercer la gobernanza varían históricamente, el espíritu de lo político no cambia. Lo político es la lucha por la conquista y la defensa del poder, independientemente de las formas históricas del Estado y de las banderas partidistas. Esto es su ADN, desde César hasta Cromwell, desde George Washington hasta Lenin y Obama. Fidel encarna ese espíritu de lo político, que no es lo mismo que el espíritu de las leyes. Es por eso, que Washington pudo bloquear la evolución del Socialismo del Siglo 20 en Cuba hacia el Socialismo del Siglo 21, pero que nunca logró su implosión. Logró su involución, pero no su implosión.
La filosofía de la praxis de Fidel dice, que el respeto a las formas de gobernanza históricas es secundario. Que es prioritaria la defensa exitosa del poder conquistado. Ninguno de los gobernantes de la centroizquierda criolla (Lula, Kirchner, Dilma) tienen esa cualidad. Por eso ahora son víctimas de la contrarrevolución neoliberal-monroeista.
6. Maduro entró a Stalingrado
Hay que ser ciego para no ver que Maduro, asesorado de fuera o no, trata de emular esta filosofía de la praxis revolucionaria ante el triunfo electoral (6-D) de la oposición. Pero, Venezuela no es Cuba y las falacias de su praxis en el escenario venezolano son múltiples: no defiende un proyecto revolucionario, sino un régimen desarrollista burgués degenerado e inviable; no está en una fase ascendente de la revolución, sino en su etapa final de Thermidor y, no ejecuta dialécticamente el poco poder que le queda, sino lo desperdicia de manera mecánica y suicida. Repite la batalla de Stalingrado y desconoce el concepto de “retirada táctica”, sin el cual no se gana guerra alguna, sea militar, política o económica.
7. Militares venezolanos: Stalingrado o Leningrado
Lo más asombroso de la situación venezolana es la falta de comprensión de la situación estratégica del oficialismo. Mientras la fracción del General madurista Padrino López reafirma la política de “ni un paso atrás” de Stalingrado, el grupo del General chavista Rodríguez Torres aboga por la política de la retirada táctica: una solución política negociada con las fuerzas del 6-D. ¿Quién de los dos tiene la razón? Obviamente, Rodríguez Torres. La crisis energética es el gran catalizador de la crisis económica-política, que hace imposible defender por más tiempo la plaza, por la cual Padrino López convoca inmolarse.
La praxis de bloquear la oposición mediante el enfrentamiento y parálisis de los subsistemas del Estado burgués, sólo sería legítima, si el gobierno tuviera un proyecto estratégico de salvación viable. Pero no lo tiene. Como en la catastrófica retirada de Napoleón de Rusia (1812), sólo improvisa y trata de sobrevivir de derrota a derrota, hasta que el referendo y la fase paramilitar de la oposición —ya iniciados y que el gobierno no puede impedir— lo lleven a la implosión.
8. Retirada táctica o capitulación incondicional
Ante el dilema venezolano, la única posición revolucionaria consiste en la retirada táctica, para preservar las propias fuerzas y recuperar la iniciativa estratégica durante una fase de dualidad de poder y acumulación de fuerzas. Esto significa construir un gran compromiso político sobre el deseo de cambio que la gran mayoría de la población expresó el 6-D. El Frente Sandinista dio una lección magistral sobre esta estratagema política, después de su derrota electoral de 1990. Y, delante de los ojos de Maduro, la misma Cuba está practicando este modus operandi frente a Washington, para sobrevivir. De ahí, que siendo Padrino López un alto militar oficial y Fidel un genio militar, no se entiende que siga prevaleciendo en Miraflores la política de “ni un paso atrás” y la negación de la retirada táctica.
El resultado de esta política es tan previsible como lo fue el de Stalingrado con el inicio de la contraofensiva soviética en noviembre de 1942: la capitulación total.
Publicado originalmente en Aporrea