Con el racionamiento eléctrico Venezuela ha entrado en una situación que pone en evidencia el fracaso del modelo político que se implantó durante los últimos lustros. A los problemas de escasez y criminalidad que sufren los venezolanos en el día a día, se suma el racionamiento eléctrico con sus graves consecuencias. Por un lado, los recortes en el suministro de energía eléctrica llevan a una caída en la producción de los bienes y servicios con un inevitable impacto negativo en el PIB. Al mismo tiempo, la conjunción de problemas pone al país en una encrucijada: resolver la escasez de medicinas y alimentos, resolver el problema de suministro eléctrico de una forma sustentable o pagar la deuda externa y su servicio.
Lamentablemente para los venezolanos, el gobierno ha optado por la tercera opción dejando de lado la posibilidad de atender los asuntos que más afectan la calidad de vida de los venezolanos. La inteligencia del país no parece haber evaluado el colapso del país en su justa dimensión. El país se africaniza a pasos agigantados mientras que la clase política no parece escuchar el clamor popular.