No es fácil decidir cómo gastar lo robado, cómo ocultarlo, cuando la cuantía es proporcional a la miseria que deja a su paso la estela de la corrupción roja-rojita.
Toda generalización es inconveniente y poco recomendable, sin duda, pero el cáncer del facilismo, mezclado en el coctel de la impunidad, y una vocación militante al saqueo de lo público, como rasgos definitorios de buena parte de la praxis de la élite militar con careta civil en el poder en Venezuela, nos regala una estadística lamentable según la cual, son ya excepcionales y hasta sospechosas aquellas conductas que prefieran la honestidad, el respeto a la Ley, el trabajo y la probidad.
Lo hemos escrito, y lo reiteramos. El ejercicio de la Política no tiene por qué suponer una incontenible pulsión mitómana, aunque se asuma ya como un rasgo inmanente a ella. Detrás de la mentira, subyace no solo un falseamiento o ausencia de verdad, sino un rechazo a todo aquello que amenace con ponerte al descubierto, cuando lo que quieres es esconderte de la luz pública, del ojo ciudadano.
Quienes se aferran hoy al poder en el país, y niegan la escasez, niegan la inseguridad y malandraje desatado, niegan la inflación y el drama hospitalario y la ausencia de medicamentos así como el agotamiento de los inventarios de alimentos o comida, creen, comparten y practican fervientemente una forma de pensar en y desde la mentira, que se impone un abismo entre ellos, la realidad, y la gente que lo vive y padece día a día. Los matices y las neutralidades acomodaticias se estacionan aquí en el hombrillo, ante la barbarie en ciernes, y en pleno desarrollo. La ideología deviene chicle dogmático que se masca y moldea según el tamiz de la propaganda.
Por eso la realidad los arropa con la cobija de su fracaso. Por eso la calle se llena de inconformidad y cansancio ante esta tragedia con olor a socialismo del siglo XIX que nunca llegó al XXI.
Por eso la gente entiende, cuando los ven por allí, en sus burbujas de privilegio y obcecación, de lujo robado y gustos exquisitos, que son representantes de un país imaginario, de una dimensión paralela que surgió del agujero negro de una cloaca cósmica de populismo, derroche y militarismo.
Son, sencillamente, embajadores de la mentira.
@alexeiguerra