Luis Eduardo Martínez Hidalgo: La salida

Luis Eduardo Martínez Hidalgo: La salida

thumbnailcolaboradores-190x130Hace poco más dos años, a iniciativa de buena fé, líderes opositores adelantaron acciones de variada naturaleza que en algún momento se denominaron “La Salida” y que procuraban el fin del régimen de Nicolás Maduro.

Es muy fácil, después que suceden, calificar eventos y mostrar donde se falló y no soy yo el que va a cuestionar la valentía y entrega de muchos, varios de ellos dolorosamente muertos, heridos, prisioneros por defender sus valores que son los nuestros –a la cabeza de ellos Leopoldo López quien merece nuestra admiración-. Lo cierto es que si el mandato del actual presidente hubiese culminado en esas fechas la suerte de los venezolanos y las venezolanas sería otra.

Un gobierno distinto al actual habría evitado la gravísima crisis – o más bien la multiplicación de crisis- que ahora padecemos, desechando el modelo fracasado del “Socialismo del Siglo XXI” e implementado políticas y acciones que asegurarían abastecimiento pleno de alimentos y medicamentos, el abatimiento de la inseguridad, la reconstrucción la infraestructura de servicios del país, la dignificación del salario y la multiplicación de empleos de calidad a la par que reestablecía las libertades y derechos propios de una verdadera democracia así como la convivencia ciudadana.





Los 26 meses transcurridos desde “La Salida” han llevado a Venezuela, y con ella a quienes aquí habitamos, a una situación jamás vista en nuestra historia republicana y la responsabilidad absoluta de tal derrumbamiento recae sobre el alto gobierno y la dirección nacional del PSUV que se mostraron sordos al clamor y las necesidades populares e incapaces de torcer el rumbo cuando era tan evidente como necesario rectificar.

Ni siquiera la masiva votación opositora del 6 de Diciembre les movió a cambiar. Dudo que gobernantes, de cualquier otro país del mundo, ignorarían lo que fue un mensaje claro contra la gestión gubernamental.

Hoy “La Salida” es el revocatorio.
Descartada la renuncia presidencial y sin efecto práctico la enmienda propuesta de recorte del mandato –por la decisión conocida del Tribunal Supremo de Justicia- el revocatorio pasa a ser la última posibilidad de echar del poder, antes que la desesperación del pueblo se convierta en estallido, a un atajo de incompetentes por la vía electoral, democrática, pacífica y constitucional.
Con lo mucho que es posible cuestionar a Chávez lo que sí es loable reconocer es que cuando abandonó la ruta del abstencionismo –que recién salido de Yare transitó- y abrazó lo electoral, nunca temió contarse en las urnas. Así fue en el 2004 cuando se convocó a referéndum para revocar su mandato; se batió en todo terreno y facilitó la consulta que finalmente ganó. Hasta donde se sabe, Chávez no intentó impedir la expresión popular y si esta termino siéndole favorable fue el pueblo el que decidió.

¿Por qué se hace lo imposible, sin disimulo, para impedir el revocatorio o retardarlo? O quizás la pregunta correcta sería: ¿Por qué se tiene miedo de la consulta popular?

Es obvio que a la nomenklatura peseuvista le aterroriza medirse electoralmente porque posee suficiente información que le permite, a ellos y a nosotros, pronosticar que la derrota que sufrirán será aplastante, pero al fin y al cabo de eso se trata cualquier elección: se gana o se pierde dependiendo de la voluntad de los votantes.

Si bien uno supone que los jefes del gobierno se conocen de memoria la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en el 2000 promovieron, no está de más recordarle el artículo 5 de la suprema carta: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio….”.

Nuestro llamado entonces es a que se respete al pueblo y se viabilice el ejercicio de su soberanía mediante el sufragio en referéndum revocatorio.