Decir que Michel Temer enfrenta enormes retos sería, al menos, un eufemismo.
El presidente interino de Brasil, de 75 años, debe luchar contra un brote de zika que puede causar defectos de nacimiento a los niños de madres infectadas y que ya ha afectado a miles de familias de los estados pobre del noroeste brasileño. También tiene el reto de rescatar al país de su peor recesión desde la década de 1930, si probablemente toma medidas muy poco populares y que podrían generar protestas, si hace recortes al sistema de pensiones y de seguridad social.
Por PETER PRENGAMAN Y STAN LEHMAN, Associated Press
También debe recuperar la confianza del pueblo que cree que todos los políticos, incluido él, se están llenando los bolsillos con el dinero de los contribuyentes.
Todo este monumental trabajo lo debe realizar a meses de que los Juegos Olímpicos se celebren y mientras su ex aliada y ahora enemiga, Dilma Rousseff, está viviendo en el palacio presidencial mientras busca conseguir apoyo popular al argumentar que ha sido víctima de un golpe de estado liderado por Temer.
“Esto va a ser un desastre. La combinación de todos esos factores a la vez es increíble”, dijo Alexandre Barros, consultor político en Brasilia. “Todo el mundo está descontento con la situación pero nadie sabe qué es lo que se tiene qué hacer”.
Por el bien de los habitantes de una nación de 200 millones de personas y de las cuatro naciones que cuyo destino está ligado al gigante latinoamericano, uno espera que Temer sepa qué es lo que está haciendo, o lo que va a hacer.
Este político profesional, casado con una ex reina de belleza de 32 años, asumió la presidencia horas antes de que el senado votara por iniciar el juicio político a Rousseff por presuntamente hacer maniobras contables para esconder déficits en el presupuesto federal.
Rousseff ha dicho que pudo haber cometido errores pero nunca delitos, y ha dicho que luchara contra el impeachment; proceso que puede durar hasta seis meses.
Si el senado destituye a Rousseff, como probablemente suceda, Termer tendrá que completar su período presidencial que va hasta 2018.
Temer ha sido objeto de felicitaciones por uno de los nombramientos de su gabinete: el Ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, que es ampliamente respetado por haber sido jefe del Banco Central durante los años de bonanza económica (2003 a 2010).
Tan pronto asumió el Ministerio, Meirelles señaló que va a impulsar una reforma laboral para aumentar la productividad y reformar al sistema de pensiones conocido por sus generosas indemnizaciones por despidos y por el hecho de que muchos trabajadores se pueden pensionar hacia los 55 años.
Pero lograr esas promesas es bastante difícil. Muchos legisladores apoyaron el juicio político en contra de Rousseff, pero lograr apoyo en contra de estas impopulares reformas podría ser difícil. Aun así, la crisis y el hecho de que los precios de las materias primas no van a subir en el mercado internacional, y que son el corazón de la economía brasileña, pueden ser fuertes incentivos para lograr aprobar las reformas.
Analistas consultados también creen que Temer, que ha dicho que no se va a lanzar a la presidencia en 2018, va a estar pensando más en su legado como gobernante. Está sería la última vez que el político podría ocupar un cargo público pues recientemente fue declarado culpable por violar topes electorales de campaña, lo que lo inhabilitaría para lanzarse a elecciones durante ocho años, lo que está pendiente de las apelaciones.
“Si Temer logra que se empiecen a discutir esas reformas, lo pondría al nivel de un hombre de estado”, dijo Marcos Troyjo, profesor de Relaciones Internacionales y Asuntos Públicos en la Universidad de Columbia, en Nueva York.
No obstante, fuera de Meirelles, Temer ha enfrentado duras críticas por el resto de su gabinete de gobierno cuyos críticos, dicen, es un reflejo de la desigualdad en un país que predominantemente es negro y mestizo.
El gabinete está constituido por hombres blancos, algunos con trayectorias muy cortas o con investigaciones de corrupción en curso.
Rousseff, la primera mujer presidente de Brasil, no demoró mucho en criticar y comparar este gabinete con el suyo, que era mucho más diverso.
“Creo que los temas de género tienen que ver con la democracia en un país donde la mayoría, más del 50%, son mujeres”, dijo el viernes, primer día de gobierno de Temer.
Al destacar que Brasil fue el último de los países en abolir la esclavitud, en 1888, Rousseff agregó: que los negros, las mujeres, los niños han sido objeto de discriminación.
Uno de los retos más grandes de Temer, si es que no constituye una amenaza directa a su gobierno, es la investigación en la petrolera estatal Petrobras, conocida en el país como Lava Jato (lava carros). Liderada por el juez Sergio Moro, un grupo de fiscales descubrió un enorme entramado de corrupción de concesión de contratos por sobornos que ha sorprendido a una población que está acostumbrada a escuchar sobre corruptelas a diario. En dos años, decenas de miembros de la élite brasilera, de congresistas a empresarios, han sido involucrados en la investigación.
El ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, miembro del Movimiento Partido Democrático y arquitecto del juicio político en contra de Rousseff, enfrenta acusaciones relacionadas con la investigación. La Corte Suprema brasileña recientemente lo destituyó.
Temer ha sido implicado por testigos y por un senador que llegó a un acuerdo de colaboración con los investigadores. Sin embargo, no ha sido acusado de delitos al momento.
En sus primera palabras a la nación, prometió apoyar la investigación de Lava Jato. Sin embargo, las indagaciones son tan amplias que puede socavar su habilidad para lograr consensos legislativos. De acuerdo con grupos de lucha contra la corrupción, 60% de los 594 legisladores del país afrontan juicios de corrupción, muchos directamente relacionados con esa investigación. Ese recuento incluye a miembros del partido de Temer y a aliados cercanos de otros partidos.
El diario Folha de S. Paulo sugirió el viernes que el futuro de Temer depende de su capacidad para contener una investigación que se ha caracterizado por allanamientos que ocurren temprano en la mañana, y arrestos que escandalizan titulares.
“Michel Temer tendría que estrangular la investigación Lava Jato o Lava Jato va a acabar con su gobierno”, dijo la historia del diario.
Cualquiera que sean sus intenciones, es difícil imaginar que la investigación vaya a suspenderse. Muchos brasileños, enfurecidos con el alcance de los peculados, creen que es necesario limpiar el país. De hecho, uno de los principales factores que llevaron al hundimiento de Rousseff fue Lava Jarto. Aunque ella directamente no está implicada, muchos de los presuntos sobornos ocurrieron durante los 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores, o PT.
“Estoy seguro de que la corrupción continuará siendo parte de la política bajo el gobierno de Temer”, dijo Daniel Sandim, una técnica de teléfonos celulares de Sao Paulo. “Pero gracias al ‘impeachment’ los corruptos serán menos corruptos, al saber que las personas estarán vigilando y que no se callarán”.
Pese a todos los problemas, hay cosas positivas. El país se encamina a los meses de invierno, lo que dará un respiro a la población del opresivo calor y la humedad. Las bajas temperaturas implican menos mosquitos, lo que generará menos casos de zika, al menos hasta que la primavera empiece en septiembre.
Y los Juegos Olímpicos en Rio de Janeiro, que Temer inaugurará el cinco de agosto, que podría distraer a la nación que ha lidiado con muchas malas noticias en los últimos años. AP