No importa que el venezolano se este muriendo de hambre, que haya familias completas que se están alimentando con agua y yuca, y que en la calle se estén produciendo las peores imágenes de hambruna que hemos visto en décadas en nuestro país. Tampoco le importa que bebes mueran por falta de agua, de luz para la incubadoras, por infecciones producto de las infrahumanas condiciones de los centros hospitalarios donde abren sus ojos por primera y ultima vez, en una patria que nunca conocerán porque al régimen nunca le importó la vida y el progreso de nuestros compatriotas, sino que la carrera hípica fue para apropiarse de los recursos y riquezas y dilapidarlos, regalarlos, embolsillarselos o malgastarlos.
71 bebés murieron en la sala de cuidados intensivos del Hospital Central de San Cristóbal en Táchira al 31 de Marzo. 46 bebés han muerto en el primer trimestre de este año en el Hospital Clínico Universitario de Caracas, en su mayoría con infecciones nosocomiales por hongos, etc. En dicha sala de cuidados intensivos, no hubo derivados sanguíneos para ayudar a los tratamientos, tampoco hubo sondas de aspiración para tomar muestras, ni tubos endotraqueales y el Centro Hospitalario reportó que los materiales que se utilizan no son esterilizados, que escasea el material para el lavado de las incubadoras y que no hay estetoscopios individuales para evitar la transmisión de las infecciones. Y esto, apenas son dos hospitales!
Al régimen no le importa que los niños de la patria se estén desmayando en las escuelas por falta de alimentos, ni que su infancia este transcurriendo en largas colas frente a supermercados, farmacias y centros hospitalarios, bajo la violencia, la angustia, el desespero y el estrés de unos padres que lloran ante la impotencia de no poder darles lo que necesitan para su buen desarrollo.
Tampoco parece importarles que los niños con cáncer u otra terrible enfermedad hayan tenido que salir con carteles del centro hospitalario, para pedir tratamientos para su cura, a pesar de lo mal que pueden sentirse y de como se refleja en sus caritas la tristeza por no entender como a su edad, tiene que protestar por su derecho a la salud y a la vida. Fabiana, una bebé de 4 meses, murió el miércoles de la semana pasada, por deficiencia respiratoria, cuando era trasladada por su madre y su abuelo en el tren del Tuy hasta el hospital Materno Infantil de El Valle, en Caracas, porque no había como tratarla en el hospital de Cúa y no había ambulancias tampoco para trasladarla a la Capital.
Me recordó aquel niño que apareció un día en las costas de Turquía. Aylan, el niño sirio que huía del horror que enfrenta el pueblo sirio contra el terrorismo del ISIS, sin la oportunidad de crecer y de realizar sus sueños. Fabiana, la bebé de 4 meses de nacida, murió en brazos de su madre, a la orilla del mar de la desidia del régimen venezolano. Nuestros hijos están muriendo ante la impotencia de sus padres, de sus familias, y el régimen se da el tupé de rechazar la ayuda humanitaria que la comunidad internacional ha ofrecido, porque lo único que le importa es seguir mintiendo para tapar la grave crisis humanitaria que ha ocasionado la incapacidad, ineptitud, la corrupción y arrogancia con el cual han destruido al país.
Y el mismo dolor provoca conocer las cifras de niños de la patria muertos victimas de la violencia callejera en estos 17 años. Es decir, los menores de 25 años no recuerdan otro gobierno que el chavismo y el enfrentamiento e instigación al odio constante que promovió Hugo Chávez y ahora promueve Maduro. Y son niños entre 8 y 18 años los que conforman las bandas mas peligrosas de los barrios, esos hijos de la patria de la que tanto hablaba el difunto, a los que le faltó un plan de políticas publicas que los incluyera para recibir una buena educación, bienestar social para él y su entorno familiar y un medio ambiente seguro, que le hiciera sentir que caer en la delincuencia no era una opción, porque en Venezuela había oportunidades para crecer y prosperar para todos.
Los niños están buscando comida en la basura. Sus barriguitas infladas de aire y hambre nos recuerda día a día la responsabilidad que tienen todos los funcionarios que están o han estado en el poder y que sólo se han ocupado de las relaciones públicas en el exterior, de la compra de armas, tanquetas y aviones, de la propaganda política y la exportación de su proyecto de poder, pero sobre todo, de ponerse “donde había” dinero o posibilidades de obtenerlo, para acabar con todo. Venezuela esta en manos de malandros dirigidos por aquel a los cuales los gobiernos latinoamericanos no se atreven a llamarlos por su nombre: El Tirano de Miraflores.