Por la fuerza de la insistencia, los venezolanos nos hemos acostumbrado al ejercicio de la ridiculez practicado por los voceros de un régimen que, a falta de preparación para el ejercicio de los altos cargos que ostentan y a la insensatez que los caracteriza, han convertido a la ridiculez en un estilo de gobernar. Cualquier persona a la que se consulte en Venezuela sobre la peculiaridad del discurso gubernamental en sus distintos niveles, podría citar alguna expresión cargada de la más absurda estupidez, que a cada momento revela porqué el país se encuentra en la situación que hoy padecemos los venezolanos.
Y ya no es solo la vulgar forma de hablar y el cinismo con la que los voceros del régimen expresan sus pareceres sobre los distintos temas del quehacer nacional y la justificación del porqué estamos como estamos, sino que van más allá, con actuaciones que simplemente rayan en el ridículo, cuando se refieren a respetables ciudadanos del país con inaceptables remoquetes, o cuando anuncian guerras económicas, magnicidios y golpes de Estado que solo existen en la manipuladora mente de sus inventores. Pero, como ya lo señalamos al principio, por la insistencia, ya lo observamos sin causarnos mayor sorpresa, viniendo de quienes vienen; sin embargo, cuando esas expresiones salen de nuestras fronteras, además de enojarnos nos avergüenzan.
Porque la ridiculez constituye hoy uno de los principales objetos de exportación del país y, como también dijimos, es practicado al más alto nivel gubernamental, y en este caso por el propio Presidente de la República y por su flamante canciller, amén del que sueltan personeros tristemente célebres como el ex presidente de la Asamblea Legislativa y algunos de sus miembros. Diríamos que la ridiculez forma parte de la materia prima que hoy se exporta a través de uno de los más importantes motores de la política de emergencia del régimen.
Entre las más recientes ridiculeces de todas las que ha expresado el jefe del Estado venezolano en los últimos días, resaltan las referidas a las contundentes apreciaciones del secretario general de la OEA, Luis Almagro, precisamente en respuesta a otros desmanes de Maduro al señalarlo como agente de la CIA. “Yo a usted ni lo ignoro”, dijo el Presiente haciendo uso de una expresión de un actor cómico mexicano quien, con un reconocido talento del cual carece su imitador, provocaba la risa inteligente de los espectadores. Pero Cantinflas, con toda su gracias y talento, no tenía el auditorio mundial que hoy se gana el presidente venezolano, por un público que permanentemente está pendiente de cada nueva actuación del alto funcionario que, quizás para sus adentro, calcula que se la está comiendo.
Quien desee comprobarlo, que haga un simple rastreo de lo que transmiten los medios impresos y audiovisuales de todo el mundo: en gran parte de Europa, comenzando por España, Italia, Francia y Alemania, entre otros, el tema del desastre venezolano es pan de cada día, porque la opinión pública de esos países está sensibilizada en relación con nuestro drama; y no existe ningún medio ni comentarista que no destaque la parte “jocosa” de la actuación diaria de Maduro, pues nadie lo toma como persona seria. De Norteamérica ni se diga, gobierno y pueblo expresan permanentemente su opinión; mientras que en Latinoamérica, con excepción de los gobiernos chulos, incluido el de Santos en Colombia, no disimulan su real desprecio por el personaje. Ya ni siquiera los líderes de lo que va quedando del izquierdismo regional, como la Bachalet y Mujica, pueden disimular su rechazo al pretendido discurso simpático.
Y cuando hablamos de discursos ridículos no podemos pasar por alto el de su canciller Rodríguez, en Washington, donde previo a su viaje abochornó con su reclamo al gobierno de Estados Unidos de no tener en el tiempo pretendido por ella las visas para su delegación; ni sus palabras ante el respetable organismo, donde aseguró, con su cara bien lavada, que el gobierno venezolano disponía de recursos para garantizar la cobertura de las necesidades no solo de Venezuela sino de tres países más. Por cierto, oportuna la respuesta del embajador estadounidense: “Y si tienen y tanto como dicen, por qué no pagan lo que deben a la OEA” . Allí también se lució la canciller, ofendiendo de manera vulgar y ridícula al Secretario Almagro y a la propia Organización de Estados Americanos.
El otro personajillo de la política gubernamental actual en Venezuela, Darío Vivas, también se lució en Portugal esta semana, al ensañarse contra el embajador Italiano quin repitió una verdad que todo el mundo conoce hoy: “Ustedes son una tiranía”. Y aparte de Diosdado, que ya es mucho decir, otro personaje que destaca por su esencia, Jorge Rodríguez, sobresale por haber implantado en su municipio la ridiculez como política de gobierno.
@JJMorenoA