El bullicio a los alrededores del mercado de Chirica en el estado Bolívar es el habitual. Entre los pequeños comerciantes y los revendedores de siempre y los bachaqueros de ahora solo hay una división: una calle y un muro que se pierden entre la gente que acude a probar su suerte en conseguir cualquier producto a un precio medianamente aceptable… o a cualquier monto con tal de llevarlo a casa, reseñó el Correo de Caroní.
“¿Cuánto es esto?”, pregunta una señora al encargado de un puesto de frutas y de verduras. “Son 100 bolos”, le respondió, mientras mostraba la adquisición que acababa de hacer su compradora con el billete de más alta denominación en Venezuela: cuatro limones. Los comerciantes también resienten la escalada de la inflación, ese número imaginario que el gobierno parece tratar bajo el concepto de si no lo veo, no existe desde que publicar las cifras se convirtió en un acto innecesario.
“Los precios están demasiado elevados. La gente solo pregunta y se va a caminar a ver si consigue algo (…). Esto es un caos. Y yo no soy adeco ni chavista: solo quiero trabajar”, trata de convencerse Andy Gómez, al terminar la venta de limones. La cosa se ve fea, afirma. Los saqueos están a la orden del día por la ineficiencia del gobierno… Y sus demás compañeros aceptan su análisis con resignación. Lo saben en carne propia.
Con miedo, pero adelante
Unos puestos más adelante, Zuhilda Rivas atiende su pequeño negocio de venta de costillas y de hueso, sin resultados diferentes a los de Gómez. “Para poder llevar hay que tener dinero. El que no tiene 50 mil bolívares mínimo no lleva nada”, explica la realidad de los compradores (y la suya como vendedora) y del decrecimiento del consumo de los usuarios en el mercado de Chirica, que antes se caracterizaba por ser un centro donde se podía ahorrar en la compra de alimentos.
Rivas, que cría a 11 nietos como si fueran sus hijos, sostiene que trabaja con miedo todos los días por la situación país en lo económico y en lo social, pero que no tiene otra opción para garantizar el bienestar propio y de los suyos. Esa es su motivación para continuar exponiéndose a diario. “El gobierno realmente va a acabar con los pobres, porque no hay nada, pero aquí estamos luchando. Si no hay lucha, no hay vida”, concluye Rivas.
El estudio más reciente del Centro de Investigaciones para la Educación, la Productividad y la Vida (Ciepv), de la UCAB Guayana, lo explica en números: la inflación acumulada entre enero y marzo de este año en Puerto Ordaz se ubicó en 64 por ciento; en San Félix, en 49 por ciento.
Estas son cálculos muy elevados. Venezuela tiene la inflación más alta del mundo. La proyección de Nelson Merentes, presidente entonces del BCV y ministro de Economía para 2014, proyecta para el cierre de ese año una depreciación del bolívar entre 26 y 28 por ciento. En realidad, el balance final nacional fue de 64 por ciento. Si la crisis económica que traído el socialismo ha sido nefasta para el país, en Ciudad Guayana ha sido peor.
Gran esfuerzo
Dentro del propio mercado, Henry Antonio Cordero, vigilante de oficio, relata su experiencia como una forma de ratificar las vivencias de los comerciantes.
Cordero reconoce que con su sueldo mínimo es imposible hacer algo significativo, pero que todavía puede hacer el sacrificio de comprarles a “los vendedores que abusan de los precios y de los ingresos del pueblo”. Otros recurren a vías ilegales, que él peligrosamente legitima. “Ahorita todos somos pobres y la gente que no tiene roba (…) Mientras sea comida, estoy de acuerdo”, intenta justificar Cordero.
“Llevo esta mantequilla que me costó 1.000 bolívares. Lo hago por mi hija que es especial, porque si no, me forma peo (…). Si no la tuviera, me rebuscaría con manteca, lo más barato”, cuenta con un tono que fluctúa entre la jocosidad y la molestia.
Una salida legal
Zulineys Ávila, otra usuaria del mercado, tiene una apreciación distinta a la de Cordero. No defiende el robo de alimentos que se ha vuelto más común. Entiende la necesidad, pero no justifica los crímenes. Vive en la UD-145, en San Félix, y en su recorrido solo había comprado medio cartón de huevos a 1.400 bolívares.
El Ciepv reveló en abril que la brecha de precios entre los regulados y los reales en la calle en marzo fue de 3.165%, en promedio, en Puerto Ordaz; en San Félix, fue de 3.528 por ciento. El mercado de Chirica sigue esperando por la remodelación prometida por Maduro y la Gobernación del estado Bolívar, tras los saqueos en julio y agosto de 2015.
“El gobierno no ha hecho nada por la producción. No quieren ir al revocatorio porque saben que lo van a perder, no están seguros”, razona. También opina que el sector de la población que sigue achacándoles la culpa de la escasez a los empresarios privados debe recapacitar. “La situación no va a mejorar de la noche a la mañana, pero por lo menos hay esperanza de que mejore”.
Dichas estas palabras, efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana corrieron en dirección a los comercios. Un individuo había robado. “El bicho agarró los ñames y salió corriendo”, se escuchó comentar entre risas a otro de los vendedores. En un sector azotado diariamente por la violencia y el hampa, que alguien cometa delitos por hambre es la menor de sus preocupaciones.