“Uno puede dejar el carro parado en la casa, puede andar sin zapatos de marca, pero no le puedes decir a tus hijos que no hay comida: ya ese es otro punto que nos tocaron y, lo que sí es verdad, no lo puede controlar nadie: en cualquier momento, esto puede estallar”.
Nota de prensa
Este es apenas uno de innumerables testimonios, a cada cual más desgarrador, de lo que padecen los venezolanos, jornada a jornada, en las extensas colas que se esparcen por toda la geografía nacional en la ardua búsqueda de los escasos alimentos.
Francis Silva, la declarante, labora en su hogar y es taxista ocasional, pese a contar con dos títulos universitarios. Entrevistada por el equipo de Reporte Unidad, en una encuesta a los afligidos consumidores que se elaboró en las convulsas localidades mirandinas de Guarenas y Guatire, su voz se suma al coro de lamentos que resuena por todo el país.
“Esto es denigrante, humillante”, manifestó, mientras mostraba el número que le marcaron con tinta en el brazo, después de aguardar horas, desde la propia madrugada, para comprar en un supermercado del Centro Comercial Buenaventura, en jurisdicción del municipio Zamora.
“No soy la 384, como me rayaron para designar mi turno, porque se me colean cien personas. No tenemos calidad de vida: uno está pasando trabajo y perdiendo la estabilidad emocional, la estabilidad psicológica y la estabilidad física por estar todo el día metido en una cola”, indicó la mujer, de 47 años de edad, para quien no hay diploma que la defienda de la crisis.
“Estoy aquí desde las 3 de la mañana. Dicen que van a traer comida y nunca la traen, y si lo hacen la sacan por la puerta de atrás. Aquí solo compra el vivo, el que conoce al gerente, al que está allá adentro”, reclamó, por su parte, a las puertas de un supermercado, la ama de casa Carmen Briceño.
“En los gabinetes de mi casa no hay nada. Yo no sé de dónde saca el gobierno que aquí hay comida para tres naciones… Será para la nación de Nicolás Maduro y para las de quién sabe quién. Aquí tiene que mandar alguien que piense en la gente y no en las ganancias”, espetó la dama, de 42 años.
“Es una lástima que los supermercados que antes funcionaban ya no sirven desde que los agarró el gobierno”, agregó.
Generaciones enraizadas en la misma espera
Para Norma González, “si hubiera comida en los anaqueles, como debe ser, no hubiera bachaqueros. Esto es cosa de un mal gobierno”, sentenció.
“Aquí estamos mi hija y yo sin comer. Nos dicen que lo que hay son 50 unidades de Harina Pan para la cola de la tercera edad y 50 para la mayor. ¿Por qué no tenemos derecho a llevarnos dos Harina Pan. Venezuela era un país muy rico, pero se lo robaron unos cuantos”, se lamentó.
“El desabastecimiento lo crearon ellos, ellos fueron los que generaron todo este sancocho”, destacó, a su vez, la sexagenaria Lucy Muñoz, opinando que la situación al caos es el referendo revocatorio.
“Mis nietas se enfermaron en una cola: salen a las 3 de la mañana a hacer cola y llegan a las 3 de la tarde a la casa, sin desayunar, sin almorzar; una se me desmayó. Cuando la llevé al médico me explicó que tenía diabetes por esa situación”, fue la dramática confesión de Leobarda Coronado, de 54 años.
Entretanto, luego de la extensa espera para comprar en el local de una conocida red de farmacias, a Zulimay Sequeira solo le quedaron las manos vacías. “Hay bastante niños aquí que las madres no lograron llevar pañales ni fórmulas. La mayoría de los que están adelante son bachaqueros, y a esos son a quienes les venden”, señaló compungida la señora.
Finalmente, Juan Carlos Leal, ingeniero industrial de 36 años, le envió un mensaje directo al ocupante de Miraflores: “Maduro, este país te quedo grande, entiéndelo. La gente está matándose por comida. ¡Te vamos a demostrar que los que firmamos para revocarte no estamos muertos!”.
El joven aprovechó la oportunidad para rechazar la medida de estado de excepción: “este presidente quiere hacer con nosotros lo que le da la gana. Existe una Asamblea Nacional, para eso se elige, para eso votamos; él no puede tomar las cosas como si fuese una dictadura, estamos en un país libre y soberano. ¡Vete, no te queremos!”, demandó, mientras, a su alrededor, se escuchaba con fuerza la consigna “Y va a caer, y va a caer…”