En un reciente día entre semana, a sólo unas millas de donde el gobierno realiza ejercicios militares para prepararse contra una invasión extranjera, alrededor de una docena de ciudadanos de la tercera edad se encuentran reunidos en un aula para aprender sobre otra innovación de tiempos de guerra, publica El Nuevo Herald.
JIM WYSS
“Los jardines verticales se iniciaron durante la Segunda Guerra Mundial”, dijo un maestro mientras los instruía en cómo convertir botellas de plástico en macetas que puedan colgar de una pared o un balcón. “Necesitamos aprovechar todo el espacio posible”.
Mientras el país se ha visto agobiado con imágenes de estantes vacíos, colas abrumadoras y disturbios por alimentos, la administración urge a los citadinos a abrazar los modernos “Jardines para la Victoria”.
Agricultura urbana
En enero, el presidente Nicolás Maduro creó el Ministerio de la Agricultura Urbana, al decir que era crucial para “luchar contra la grave situación económica” producida por “la caída de los precios del petróleo y la guerra pagada por el Imperio estadounidense contra nuestra economía nacional”. Más recientemente, la administración manifestó que las zonas metropolitanas deben cultivar al menos un 20 por ciento de sus propios alimentos.
Una encuesta de DatinCorp en abril encontró que el 86 por ciento de los entrevistados compró “menos” o “mucho menos” alimentos de lo que acostumbraban, y sólo el 54 por ciento dijo que comía tres veces al día.
Petra Meneses, una médica retirada de 66 años de edad, dijo que los precios crecientes de los vegetales la han llevado a tomar en serio la agricultura casera. En su vecindario, una bolsa de pimientos verdes cuesta unos 1,900 bolívares – eso es unos $4, o casi la décima parte de su cheque de la seguridad social.
“Con todo tan precario, hemos tenido que regresar a la tierra”, agregó. “Incluso si la tierra está dentro de la ciudad –en nuestras casas”.
Por qué un país que presume tener las mayores reservas de petróleo del mundo tiene problemas para mantener alimentos sobre la mesa se debe tanto a las fuerzas mundiales como a políticas perversas.
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