Cuando se examinan las opiniones de Maduro y Capriles sorprende que en lo único que se aproximan es en la confianza que dicen tener en los cuarteles; del resto, sus percepciones chocan. Ellos viven en mundos paralelos. Por ejemplo, cuando Capriles decidió que era oportuno apretar el acelerador del revocatorio, Maduro acordó meterlo en el congelador. De allí que al llamado para tomar las calles que hizo el jefe de PJ, el presidente respondiera levantando las banderas del diálogo. Su diplomacia roja cedió el micrófono a Ban Ki-monn y al vaticano; cursó invitaciones a los expresidentes Rodríguez Zapatero y Leonel Fernández, todo con la intención de enfriar el encendido discurso del dirigente opositor.
Lo cierto es que Maduro y Capriles expresan interpretaciones excluyentes de la realidad. Ahora bien, al evaluar sus opiniones algunas resultan muy paradójicas por las posiciones que defienden. Por ejemplo, cuando el presidente ordenabaencerrar a 48 ciudadanos que participaron en la marcha convocada para llegar hasta el CNE, Caprilesdeslizaba que cada día la GNB es más respetuosa con la gente que manifiesta. Con lo cual, pareciera insinuar que los militares al igual que la Fiscalía, los tribunalesylos cuerpos de seguridad del Estado respetarán los derechos políticos del pueblo; una percepción que otra vez contraviene a la del inquilino de Miraflores, quien cuando parlotea solicita a sus guardias que repriman y lancen gas pimientaa los que marchen.
Esta inversión en las posiciones se manifiesta más dramática cuando se piensa que Maduro dice que reflexionar, hablar y actuar con autonomíadebe tener unaltocosto personal, al momento que HCRrecomienda que la gente salga a la calle aun cuandohaya el riesgo de ser reprimido de manera feroz por lapolicía. En algún sentido, las invitaciones de Capriles valoran el sistemajudicial queMaduro desacredita. De hecho,el gobernadorpone en duda las opiniones del presidente, quien con sus palabras y decisiones ha demostrado hasta cansarseque ejercer las libertades políticas se paga con la cárcel,la pérdida del trabajo, contortura física, emocional y psicológica; inclusive, con la vida misma.
Siempre hay margen para sospechar que Capriles tiene información confiable y privilegiadarespecto de las sinceras intenciones de los militares. A lo mejor, los datos que maneja son tan contundentes que le han permitido posicionar la idea según la cualel revocatorio debe ser ahora o nunca; con lo cual, cerró casi por completo la posibilidad de realizarlo en 2017 y bombardeó la puerta que había para terminarde sometercon votosa lainescrupulosa eliteoficialista.
Que HCR tenga argumentos para defender el carácter innegociable de la fecha del revocatorio nadie lo duda. Sin embargo, aún siCapriles hubiese explicadopor qué el revocatorio se solicitó a finalesde abril y no enero, los venezolanos seguirían sin condicionespara despreciar la oportunidad de avanzar hacia una transición el próximoaño. Entre otras cosas porque las opciones se reducirían a: prologar la crisis o la confrontación armada. Dos escenarios que son peores que cualquiera que derive de una derrota electoral de Maduro y el PSUV.
La violencia es una opción política. Empero es bueno advertir que ningún líder opositor está en capacidad de ofrecer algún tipo de seguridad constitucional a los manifestantes, aun deseándolo. Ellos seguirían de manos atadas incluso si contaran con los recursos financieros, el tiempo y los equipos de profesionales que pudieran trabajar en defensa de las potenciales víctimas de un conflicto. La verdad-verdadera es que los jerarcas de la MUD ni siquiera puedencuidarse a sí mismos; mal podríanproteger o ayudar a alguien que sea violentado por la maquinariaopresiva delEstado que administra Maduro.