Dice ser majo pero más bien parece gilipollas. Es tan lunático, tan gilipollas, que cree poder ganar unas elecciones en España. Y habla y habla y habla. Luego baila. Parece estar a veces drogado y a veces cansado. Unas jalado y otras fumado. No sabemos qué tiene. ¿Jorge Rodríguez le estará prescribiendo psicotrópicos?
Si aún despacha o no en Miraflores, no lo sabemos. Está desatado en una permanente actuación mediática. Ya ni él mismo sabe o entiende qué es lo que dice, lo que quiere decir o lo que cree decir. Quizá ya olvidó dónde fue que realmente nació. Se confunde. Por si acaso, Cilia no habla desde hace un par de años, no vaya a ser cosa que se contradigan dentro de un mismo minuto.
La locura arrecia en su verbo y se olvida que debe insultarnos es a nosotros los opositores y no a los prepago a los que obliga a asistir a sus desmanes actorales. A veces da la impresión de que ni sabe en cuál país se encuentra o en qué lugar. Repite una palabra dos, tres, cuatro, cinco veces y más, para luego no decir nada diciendo algo.
Y es que haber abandonado el cargo, el verdadero cargo, el de presidente, para dedicarse a mentir, hablar sin decir algo, a vociferar insultos y endilgar sandeces a la humanidad entera cansa. Cansa mucho. Desgasta. Es muy difícil llevar la cuenta de las irrealidades.
Su locura interna, lo lleva a estados de paranoia que son solapados y aplastados por episodios de esquizofrenia. Su demencia externa se expresa en la trastornada idea de una conspiración universal y hasta multiversal en su contra. “¡Vienen por mí! ¡Desde hace doscientos años vienen por mí! ¡Me pongo más becerro!”
La escasez de medicamentos para los trastornos mentales llegó y se quedó en Miraflores.
Mario Guillermo Massone