Las vanguardias en artesurgen como expresión natural de un proceso anímico, social y político. Con las creaciones idealistas de los griegos y luego artistas como Velázquez, Miguel Ángel y Rafael, el arte plástico y escultórico había logrado niveles de precisión muy difíciles de superar, algo que se maximizó con el surgimiento de la tecnología fotográfica y sus infinitas formas de captar al calco los espacios y las figuras.
Por Juan Carlos Sosa Azpúrua
Adicionalmente, las ideas humanistas fundamentadas en la libertad de pensamiento habían tomado vuelo gracias a las revoluciones del siglo XVIII y a la Ilustración, lo que abrió la ventana a la imaginación de los artistas y fomentó la rebeldía espiritual, generando posturas contestatarias que rompían los cánones sagrados del mundo del arte y las prescripciones sesgadas de las academias.
Comenzando el siglo XX, diversos acontecimientos contribuyeron a alimentar un quiebre con los preceptos formales y las expectativas convencionales de lo que debía ser el arte. La Primera Guerra Mundial, la revolución bolchevique, los golpes de pecho existencialistas que experimentó España y el asfixiante clima totalitario que comenzó a respirarse en toda Europa, fueron chispas poderosas que activaron motores creativos de personajescomo los dadaístas Tristan Tzara y Marcel Duchamp; cubistas como Pablo Picasso, Georges Braque y Juan Gris; fauvistas como Henry Matissey surrealistas como Joan Miró y Salvador Dalí; todos ellos con una enorme deuda de agradecimiento inspirador en contestatarios de siglos pasados como El Bosco, Francisco de Goya, Vincent van Gogh; y los impresionistas Auguste Renoir, Edouard Manet, Claude Monet, Camille Pissarro yEdgarDegas, por citar solo algunos de los más influyentes precursores.
Otros aspectos que motivaron la predisposición intelectual a los cambios paradigmáticos en el arte fueron impulsados por las originales tesis sobre el universo físico de Albert Einstein y el universo mental de Sigmund Freud. Relatividad de las percepciones y las pulsaciones del inconsciente abrieron compuertas de exploración en todos los ámbitos de la vida, y el arte no podía ser una excepción. Si tiempo y espacio son relativos, cada aspecto de la existencia también lo es, generando cuestionamientos críticos al orden establecido. Semejante aproximación al entendimiento de las cosas facilitaba la profundización de la angustia y ansiedad existencial, terreno donde Freud abonó sus ideas para hablarnos del significado de los sueños, abriendo el universo onírico a las exploraciones más audaces por parte de aquellos que se atrevieran a penetrar esas cavernas desconocidas. En el ámbito artístico, uno de estos exploradores sin duda alguna fue Salvador Dalí, de quien nos ocuparemos a continuación.
El artista catalán -nacido en Figueras el 11 de mayo de 1911- era el conejillo de indias perfecto para ensayar con su obra la influencia de las nuevas corrientes científicas y los fenómenos político–sociales que estaban revolucionando al mundo. Su ambivalencia existencial se remonta al trauma de recibir el mismo nombre que su hermano muerto años antes y el tener que visitar en el cementerio su lápida con ese nombre tallado.
Ese trauma pulsaba por una liberación y Dalí la encontró con una expresión artística que escapó del mundo real para penetrar la dimensión desconocida.
En La persistencia de la memoria (1931), obra que aquí apreciamos, realizada en óleo sobre lienzo, podemos sintetizar los rasgos más emblemáticos de todo lo que hemos mencionado en este ensayo.
Dalí pinta varios relojes derretidos, uno de ellos sobre su autorretrato deformado e irreconocible, salvo por el bigote característico del artista, que además pareciera estar sacando la lengua en forma burlesca. El fondo es un acantilado donde destaca una roca sólida y un cielo muy iluminado, contrastando con los colores oscuros y el negro que emplea en el primer plano. El juego de colores invita a realizar todo tipo de interpretaciones que están en sintonía con las múltiples evocaciones que pueden derivarse de las imágenes presentadas, incluyendo los insectos (mosca y hormigas) que aparecen en el reloj y el plato que están colocados sobre la base marrón, que podría ser una mesa, pero también cualquier otra cosa -tierra, por ejemplo- donde está sembrado el árbol desde cuya rama cuelga otro reloj.
Lo importante del cuadro, más allá de todas las descripciones técnicas que pudieran hacerse y de las que ya se ha ocupado la crítica especializada, es su contenido como material de interpretación psicológica. Esta obra es un fiel reflejo de los movimientos vanguardistas que perseguían un quiebre con todo lo hecho anteriormente, planteando propuestas novedosas y originales que no tuvieran referentes concretos en el pasado.
Los relojes derretidos podrían significar lo voluble y relativo que es el tiempo, que vuela como las moscas y que invita a aprovecharlo con trabajo productivo, tal y como hacen las hormigas. El árbol produce raíces perdurables que resisten el paso de las horas, de los años, de los siglos; y la fuerza del mar, que choca contra la solidez de las rocas, es una invitación a soñar con los pies sobre la tierra, pero con la mente proyectada hacia un horizonte claro y amplio… libre.
Podemos hacer cualquier tipo de interpretación subjetiva, inspirando nuestra propia creatividad para poder apreciar el cuadro. Salvador Dalí, al igual que sus colegas vanguardistas, logra estimular los sentidos y la psique del espectador desde una perspectiva que antes no se había ensayado en el mundo del arte, obligándonos a asumir una posición personal, basada en lo más profundo de nuestras ideas, en las raíces que penetran el mundo onírico,avivando las fantasías más secretas y hasta “prohibidas”.
El hecho de que se produzca este fenómeno en el espectador ya es un aporte trascendental de los movimientos de vanguardia, algo por lo cual deberíamos sentirnos muy agradecidos. La gran paradoja de todo esto, que es recurrente en el arte, es cómo la asfixia exige aire…
…Y el mundo de comienzos del siglo XX se estaba asfixiando.