Para la mayoría de los venezolanos que padecen la escasez de alimentos, Lorenzo Mendoza y la compañía que dirige, Empresas Polar S.A., son proveedores confiables de todo tipo de artículos, desde pasta a cerveza. Para el atribulado gobierno populista de Venezuela, sin embargo, Polar y su presidente son traidores a la patria responsables de las penurias que sufre el pueblo, publica The Wall Street Journal.
Por JUAN FORERO/The Wall Street Journal
El presidente Nicolás Maduro lo tildó de “parásito” en un discurso televisado en el que acusó a Mendoza y a Polar de acaparar productos como parte de una “guerra económica” para derrocar al gobierno. “No te equivoques, porque te pudiera salir muy mal tu equivocación, parásito, oligarca, pelucón”, dijo Maduro.
Los insultos, que últimamente han sido acompañados de amenazas de expropiación, forman parte de los crecientes problemas que afronta el mayor conglomerado privado de Venezuela y su presidente, un delgado empresario de 50 años conocido por recordar los nombres de los obreros y maquinistas de las plantas que tiene por todo el país.
Después de 17 años de gobierno socialista, los problemas económicos de Venezuela son tan profundos que los enemigos de Mendoza en el gobierno pueden incluso no tener que recurrir a una expropiación. Polar está siendo asfixiada poco a poco por controles de precios y una maraña de medidas burocráticas, no puede acceder a los dólares controlados por el gobierno que necesita para pagar sus importaciones de materias primas, y se ve obligada a reducir sus ciones en una fábrica tras otra. La compañía cerró en abril sus cuatro plantas de cerveza en Venezuela al no poder importar cebada. Luego, consiguió un préstamo en el exterior que le permitirá reanudar las ciones en julio.
“Esto es muy grave. Estoy muy preocupado”, reconoció Mendoza en una entrevista reciente con The Wall Street Journal. Hasta ahora, el empresario había sido renuente a hablar en público de los problemas de su compañía. “En este momento, el gobierno nos está estrangulando”.
Todo esto es parte de una dañina espiral descendiente para Venezuela, que tiene reservas comprobadas de petróleo que superan a las de Arabia Saudita, pero ahora está tan escasa de efectivo que no puede pagar las importaciones de alimentos necesarios para 30 millones de personas. Con la brusca caída del precio del petróleo, las importaciones se han reducido 60% este año en comparación con 2012, la mayor caída en la historia moderna del país, según Bank of America Corp.
Un tercio de los hogares venezolanos consume dos comidas al día y 13% apenas una sola, dijo recientemente la firma de encuestas Venebarómetro. Las colas para comprar alimentos se extienden varias cuadras y los saqueos de las tiendas son habituales.
Polar sobrevivió durante años como un baluarte de la libre empresa en un país que se dirigía en la dirección opuesta. El Banco Mundial clasifica a Venezuela en el puesto 186, de un total de 189, entre los países donde es más fácil hacer negocios, apenas por delante de Sudán del Sur.
La empresa ha soportado las fulminantes críticas de los gobiernos de Maduro y su antecesor, Hugo Chávez, que en 2010 amenazó con expropiar algunas instalaciones de la compañía, y le dijo a Mendoza: “Si usted quiere ir al cielo, venda todo lo que tenga y repártalo entre los pobres. Los ricos, al cielo no van”.
Sin embargo, pese a que el Estado confiscó unas 1.200 granjas y empresas privadas, tanto Chávez como Maduro se contuvieron en el caso de Polar.
Ahora, en discursos transmitidos en varios canales de televisión, los funcionarios del gobierno acusan a Mendoza de ayudar a hundir una economía que, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional, se contraerá 8% este año. William Contreras, superintendente nacional de una agencia estatal llamada Costos y Precios Justos, dijo la semana pasada que Mendoza debería ser procesado por la justicia.
Correos electrónicos y llamadas telefónicas para hablar sobre la política hacia Polar no obtuvieron respuesta
Mendoza, que ha evitado arremeter contra el gobierno, niega haber hecho cualquier cosa para debilitar la economía, y dijo que aceptará cualquier invitación oficial para sentarse y discutir soluciones. Lo que no entiende son los insultos personales, que él dice que asustan a sus hijos pequeños. “No estoy acostumbrado y no es algo natural. Lo que han hecho es insultarme, descalificarme sin ningún propósito. Algunas veces es porque estoy conspirando no sé dónde. Y estoy aquí, en Caracas”.
Al ser el empresario privado más prominente de Venezuela, Mendoza cuenta con un as en la manga: el público venezolano.
Los venezolanos tienen una relación emocional con Polar, una empresa que comenzó como una fábrica de cerveza en las afueras de la capital y creció mediante adquisiciones oportunas y la introducción de productos asequibles que se convirtieron en artículos de consumo diario para la población. Un sondeo hecho en marzo por Consultores 21, una encuestadora de Caracas, indica que 80% de los venezolanos tiene una imagen positiva de la compañía y 81% rechaza la intervención del gobierno.
“Los ataques a Polar no tienen sentido”, dice Iraida Fuentes, de 55 años, que vive en un barrio popular de la capital. “Esa es la que nos da de comer. Si se va del país nos vamos a morir de hambre”.
Mendoza, cuyo abuelo fundó Polar en 1941, empezó a trabajar en las plantas y depósitos durante sus vacaciones de verano. Hoy, pasa su tiempo reunido con sus ejecutivos, tratando de asegurar la supervivencia de la compañía.
Ello depende, en buena parte, del negocio cervecero, que opera sin controles de precios y es su única división rentable. Polar planea reanudar en julio la producción de las cuatro plantas cerradas en abril tras obtener un crédito de US$35 millones del banco español BBVA, un dinero que el grupo utilizará para pagar la cebada. El gobierno permitió la transacción porque ese cereal no figura en la lista de productos que sólo el Estado puede importar.
Los ejecutivos recalcan que se trata de una solución temporal y se preguntan cuánto tiempo podrá Polar seguir produciendo otros productos como la harina precocida de maíz, un producto básico utilizado por los venezolanos para hacer las omnipresentes arepas.
“Las ganancias de la cerveza son las que les han permitido producir alimentos y venderlos a precios controlados”, dice Robert Bottome, un analista de negocios que desde hace 34 años gerencia la revista de economía y negocios Veneconomía. “En otras palabras, la cerveza es la yugular. Si van por ella, provocarán un daño enorme a la compañía”.
La nacionalización o el cierre de Polar empujaría a Venezuela al precipicio, advierten expertos en alimentación y gente común que ha crecido consumiendo los productos de la compañía. Lo que está en juego es un pilar económico que emplea a 30.000 personas y beneficia a otras 180.000. Dejarlos en la calle avivaría enormemente las tensiones sociales en un país donde los levantamientos son comunes.
“Yo no quiero que Polar cierre, no sólo por mí sino por el país, porque ya Venezuela está muy golpeada”, dice Laura La Rosa, de 44 años, que trabaja en Polar desde que tenía 18. Para los venezolanos, Polar es Nestlé, General Mills y Anheuser-Busch InBev combinadas en una. La compañía produce 80% de la cerveza consumida en Venezuela, 18% de los alimentos que el gobierno considera básicos y hasta 14% de los alimentos procesados, mucho más que el siguiente mayor productor, que es responsable de 4%. Polar también es la embotelladora local de Pepsi, el líder del mercado de gaseosas, aguas y jugos. Sus investigadores desarrollaron semillas híbridas y un yogur que no necesita ser refrigerado.
Polar dice que genera 3,3% de la producción no petrolera del país y que sus empresas han pagado al fisco unos US$23.000 millones en impuestos desde 2003.
El antagonismo oficial hacia Polar es cotidiano, afirman directivos y trabajadores de la compañía.
Para trasladar materias primas importadas del puerto a la planta, la firma necesita una licencia especial de transporte. Para llevar la mercadería de la planta hasta un almacén o un supermercado, necesita otros dos permisos. El año pasado, los inspectores del gobierno auditaron las instalaciones de Polar más de 600 veces. Según funcionarios de la compañía, en algunas plantas la empresa ha reservado espacio de oficinas para los inspectores.
“Todas son visitas intimidantes”, dice un gerente de planta, Abiud Cordero. “Nos dicen que si no proporcionamos la información necesaria pueden llevar al gerente detenido”.
Las 500 personas de la empresa encargadas de las licencias de transporte y las inspecciones saben que el gobierno puede pedir casi cualquier cosa, desde el tamaño de los inventarios a las facturas. En una oportunidad, a los gerentes de una planta de harina de maíz se les pidió que presentaran la documentación de todas las mejoras realizadas en los últimos 50 años, dice Alessandra Stelluto, una abogada de Polar que dirige un equipo que responde a los requerimientos de información del gobierno.
“En algunas ocasiones, nos pasaron una lista enorme de requerimientos”, asevera. “Normalmente, esperan que nosotros entreguemos nuestra documentación el mismo día del pedido”.
Durante los últimos meses, Polar ha cerrado periódicamente líneas enteras de producción de arroz, pasta, detergentes y mayonesa, debido a la falta de materias primas. “Son paradas, tienen un tiempo parado. Llega la materia prima, lo reactivas y lo vuelves a parar después”, cuenta José Anzola, director de operaciones de la división de alimentos. “Y [entonces] paras de nuevo”.
Tamara Herrera, economista jefe de Síntesis Financiera, una consultora de Caracas, afirma que la ofensiva sobre Polar es una estrategia deliberada del gobierno para desmantelar la compañía, pero no de una sola vez.
“Creo que hacia el final del año Polar tendrá menos plantas que hoy”, dice Herrera. “No va a ser llamada expropiación, y no va a pasar todo al mismo tiempo. Va a ser un proceso gradual de desmantelamiento del jugador dominante en la industria de procesamiento de alimentos”.
La hostilidad del gobierno hacia Polar, y hacia Mendoza en particular, se intensificó meses después del triunfo de Maduro en las elecciones presidenciales de abril de 2013, dijeron ejecutivos de Polar y dos ex altos funcionarios del gobierno.
Los funcionarios de alimentos recibieron órdenes de aumentar las inspecciones a las plantas de Polar “y encontrar todo lo que puedan”, dijo uno de los ex funcionarios, que hablaba a menudo con Maduro sobre Polar.
Maduro se enfureció cuando Mendoza, primero en privado y luego en público, se ofreció en 2013 a ayudar al gobierno con el manejo de las fallidas empresas estatales de alimentos, indicó el ex funcionario. “Eso para el gobierno fue una bofetada”, aseguró.
La antipatía de Maduro hacia Mendoza llegó a un punto álgido en agosto de 2014, cuando el presidente les dijo a sus ayudantes que Mendoza era “ese pelucón, que quiere ser presidente”, según recordó el ex funcionario. El jefe de Polar “se convirtió en un objetivo político”, a pesar de que Mendoza ha negado públicamente aspirar a la presidencia, dijo el ex funcionario.
Maduro “quiere que caiga Polar “, dijo el ex funcionario. “Ellos creen que con la quiebra de Polar (…) van a poder captar a toda la masa de trabajadores y poner a un gerente. Poner a alguien que sustituya a Lorenzo Mendoza”.
En numerosos discursos recientes, Maduro y otros altos funcionarios han dicho que los trabajadores podrían dirigir la compañía, que según el gobierno está reduciendo su producción para desestabilizar a Maduro mientras se embolsa los dólares subvencionados por el Estado para pagar sus importaciones.
“Usted con sus reales, con su alcurnia, tenga la seguridad que más temprano que tarde le tocaremos la puerta”, dijo Diosdado Cabello, un influyente dirigente del oficialismo, en un discurso reciente en el que aludió a Mendoza como “Lorencito”.
Mendoza, por su parte, niega las acusaciones de que Polar tiene los dólares para pagar por lo que necesita ya que la única entidad que puede almacenar y dispensar legalmente dólares en el país es el Estado. “El decir eso después de 13 años de control de cambio es hipócrita, es una gran hipocresía”, afirma.
Debido a que el gobierno no le entrega los dólares a la compañía, Polar dice que acumula una deuda de US$380 millones con las empresas extranjeras que le han provisto a crédito sus materias primas, desde cebada malteada a fruta y trigo.
Juan Mira, gerente general de Sugal Chile Ltda., que durante 20 años había suministrado salsa de tomate y fruta a Polar, señala que el gobierno venezolano simplemente dejó de proporcionar los dólares para las importaciones en febrero de 2015. “No podemos seguir enviando productos pensando que nos pueden pagar. Nuestra capacidad de crédito tiene límites”, insiste. Mira dice que Polar “siempre mantuvo su palabra” y que espera que Sugal Chile siga abasteciendo a Polar en el futuro, si puede conseguir dólares. “No es un riesgo empresa, es un riesgo país “, manifiesta.
Mendoza, mientras tanto, dice que el gobierno de Maduro no puede tolerar a una empresa privada que es eficiente y cuenta con el apoyo de sus trabajadores, un contraste notorio con el derrumbe de la producción y estado anímico en numerosas empresas estatales. “Para ellos, eso es impensable”, asevera. “¿Cómo puede estar ocurriendo esto en Venezuela, en una empresa privada?”.
Los empleados de Polar entrevistados por The Wall Street Journal en cuatro estados del país indicaron que la empresa paga buenos salarios y ofrece una serie de prestaciones, desde salud, pensiones y entregas mensuales de víveres a campamentos de verano y becas para los hijos de los empleados. “Todo lo que he conseguido lo obtuve acá”, dijo Elio Sánchez, que ha trabajado en una planta de harina de Polar durante 23 años. “Mi familia depende de esta compañía”.
Los trabajadores temen que todo esto pueda perderse.
En Marigüitar, una ciudad en la costa del Caribe, la planta de conservas de atún de Polar ha estado en gran medida inactiva durante el último año, salvo raras ocasiones en que la compañía se las arregla para importar un cargamento de atún. Eso deja a sus 700 trabajadores con una gran incertidumbre sobre el futuro. “No sabemos hasta cuándo esto va a durar”, dijo Danilo Rivas, de 48 años, un trabajador que ha sido testigo de largos períodos de despidos en el último año.
Los empleados de Polar que viven en las calles estrechas y sinuosas de la ciudad dicen que incluso teniendo empleo, apenas les alcanza para alimentar a sus familias porque el salario no puede superar la inflación galopante y la escasez de alimentos.
Si la planta cierra en forma definitiva, Rosa Maíz, una trabajadora de 31 años, no ve cómo Marigüitar podría sobrevivir.
“Esto es horrible”, dijo. “Trabajamos hoy, pero a medias. Y estamos preocupados que todo esto se acabe”.
—Mayela Armas y Anatoly Kurmanaev en Caracas y Sheyla Urdaneta en Maracaibo contribuyeron a este artículo.