Una mañana invernal de 1978. El director de la secundaria básica Antonio Maceo, situada en la antigua Escuela Normal de Maestros, en el municipio habanero del Cerro, con tono exagerado anunciaba que los alumnos del plantel debíamos prepararnos antes una inminente agresión de Estados Unidos.
Por: Iván García para Diario Las Américas
“El enemigo imperialista no ceja en su empeño para que no construyamos el socialismo y practiquemos el internacionalismo proletario con nuestros hermanos de África. Por eso debemos estar preparados para defender las conquistas de la revolución. Todos. Desde los pioneros hasta los ancianos debemos saber manejar un fusil”, más o menos fue su arenga.
Tenía 12 años y cursaba el séptimo grado. Fue la primera vez que ejercité tácticas y estrategia militares con un fusil AKM de calamina, en un parque aledaño al colegio.
Dos años antes, el 6 de octubre de 1976, a lágrimas vivas, la directora de mi escuela primaria, la Romualdo de la Cuesta, también en El Cerro, condenaba el “crimen del avión de Barbados donde perdieron la vida 73 inocentes pasajeros, entre ellos 57 cubanos por culpa de criminales fascistas de origen cubano radicados en Estados Unidos”.
Antes de aprender a sumar, conocer el valor de la familia y los mártires de la guerra de independencia, con solo seis años, me aprobaron en la clase de Lectura leyendo un párrafo donde, entre otras cosas, se destacaba la importancia de Fidel en la vida de los niños cubanos.
El autócrata Raúl Castro ha renunciado a las trincheras y bajado el tono del delirio. Aunque por momentos, nostálgicos talibanes, hacen amagos de regresar al pasado.
Cada vez que escucho un discurso del impresentable Nicolás Maduro recuerdo aquella etapa de mi juventud, cuando el Estado verde olivo nos manipulaba como títeres de guiñol.