En momentos en que el país clama por políticas públicas que detengan la inflación, doten de poder adquisitivo a la población empobrecida, el gobierno se dedica a ahogar el poco empleo estable que se ha estructurado en el mercado venezolano, caracterizado por contratos colectivos con múltiples beneficios socio-económicos, pulverizados hoy por el atroz índice de precios, la escasez y el desabastecimiento.
Frolián Barrios Nieves / El Nacional
Al restringir las divisas en forma absurda y discrecional coloca en riesgo más de medio millón de empleos, como lo han denunciado los sindicatos y gremios de la harina, automotrices, autopartes, Empresas Polar, medios de comunicación, quienes han desplazado sus peticiones tradicionales laborales por exigencia de divisas para el mantenimiento de las fuentes de trabajo. Situación que ha sido corroborada por los empresarios y representantes de empresas de los sectores citados, organizados alrededor de Conindustria, quienes ven alarmados cómo se desintegra el parque industrial construido en nuestro país desde mediados del siglo XX, bajo la mirada implacable del Estado.
Mientras el planeta debate el futuro del empleo en el contexto de la cuarta revolución industrial, antecedida por la primera revolución industrial de finales del siglo XVIII donde el revuelo lo causaron las máquinas a vapor. Luego, en el XIX, la electricidad. A finales del siglo XX y principios del XXI, la automatización de las fábricas, la aparición de los computadores e Internet. Y ahora, la que ha sido bautizada como la “cuarta revolución” toca la campana avisando que es hora de montarse en el tren de la “Internet de las cosas”, que es el concepto que, más allá de la red misma, abarca la posibilidad de que objetos, máquinas y personas interactúen remotamente en cualquier lugar y momento.
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