En ese hecho no hubo dolo, sólo hambre, y las consecuencias penales del hambre entran en una densa zona gris, aún no se ha determinado con precisión si un hambriento actuaría culposa o dolosamente en un hecho como el aludido; eso no es impedimento para que el gobierno arremeta violentamente contra todos los que se están viendo envueltos en circunstancias similares. No obstante, voy a darles el beneficio de la duda a los chavistas, en especial al gobernador Rangel Gómez, quien no supo explicar porque la comunidad de El Palmar gritó “Tenemos hambre”, en protesta del excluyente mecanismo de distribución aplicado por su pupila Sol desde la Alcaldía; tal vez el alcohol no lo afectaría tanto como a Carneiro como para decir que en Bolívar no hacen colas para conseguir alimentos.
En momentos cuando las lumbreras oficialistas nos piden la “revisión del patrón de consumo”, “comer frutas”, partiré de un supuesto: “En Venezuela no hay hambre”, porque decir lo contrario sería hacerle el juego al gobierno en su afán de estimular rumores de desestabilización. Ahora bien, las contradicciones no se hacen esperar, el ministro Marcos Torres, hace unos días dijo: “La organización popular es la que va a permitir subsistir con los pocos alimentos que tenemos”, en el fondo, Dieterich, el ex asesor preferido de Chávez por aquello del Socialismo del Siglo XXI, coincidió con él: “Toda rebelión social comienza por el hambre y Venezuela no será la excepción”; entonces, la carestía sería una realidad, de allí al hambre sólo hay un paso, y como el hambre no espera, desespera, es obvio el desespero del régimen por ocultarla, pues contradice los supuestos avances sociales de la revolución bonita, que no le ha dado ningún matiz positivo a la crisis humanitaria que vivimos, por la cual hasta “Alejandro Sanz promueve donación de insumos para Venezuela” .
¿Quién sería el responsable del hambre? Para el gobierno serían todos los ciudadanos presuntamente empeñados en el entorpecimiento malintencionado de la distribución de alimentos, incluida su creación: los bachaqueros, de allí que embista con todo, como hizo en el centro de Caracas, donde un periodista de El Universal, diario oficialista, fue uno de los que llevó la peor parte y su reclamo fue acallado en un santiamén; del otro lado, todos vemos como el gobierno trata de disfrazar su incompetencia con los CLAP, instrumento político rojo, rojito, que pondría de relieve delitos de acción como robo de alimentos, en especial los regulados, y delitos de omisión como el abandono de funciones públicas que devino en la carestía. Cobrando significación desde el punto de vista de la hermenéutica penal, la expresión de acción u omisión gubernamental, porque en el fondo toda omisión es una acción, de tal manera, que por acción u omisión, el gobierno habría generado carestía, en consecuencia, hambre, cuyos efectos, observados en 10 o 12 “minicaracazos” diarios, en el incremento de la conflictividad social, que nos dejó 52 saqueos en mayo en todo el país, evidencian en el gobierno una conducta humana que se adecuaría expresamente a lo previsto en la ley como delito o falta, una conducta dolosa, una conducta dañina.
El proyecto ético, socialista y bolivariano, que contempla la necesaria superación positiva de la miseria, tiene en la carestía, en el hambre, un verdadero escollo. Está claro que ese estado de necesidad permanente, inducido o no, anula cualquier posibilidad real del ser ético. Y si el Estado que está llamado a ser el espacio ético por excelencia, si no lo es, el ciudadano no tendrá motivo para serlo. Y si como insiste la MUD: “La guerra que hay que declarar en Venezuela es contra el hambre”, la ética en ambos bandos saldría sobrando, porque tratándose de una guerra, todo se vale, menos tendrían sentido las declaraciones lastimeras de voceros oficialistas ante el llamado de Capriles a “rechazar los CLAP” o el de Chuo Torrealba a “reconstruir el sistema de distribución de alimentos”, ni pertinencia los golpes de pecho de los revolucionarios ante protestas, disturbios, saqueos, robos, detenciones, violencia, anarquía (como cierre de carreteras) y muerte en varios estados por falta de alimentos.
No es “Hambre de paz”, como dice Castro Soteldo, de ser así, Amnistía Internacional no se encontraría en alerta tras corroborar la “realidad venezolana: Extenuantes colas por comida, inseguridad y crisis de salud”, o sea, “es peor de lo que parece”, como refirió un periodista de Antena 3, a lo que el más connotado vocero del oficialismo, Tareck William Saab, respondió balbuceando: “Hay que atender de inmediato abastecimiento de medicinas y alimentos”. ¿Cómo negarlo? ¡Hay hambre! Por eso el gasto militar en defensa es 4 veces mayor que el de alimentación, para matarles el hambre a los militares. Nicolás y su camarilla insisten en impedir el revocatorio, para matarles el hambre a las 4 comadres del CNE, que dicho sea de paso le tienen hambre a Capriles, Enrique Márquez, Delza Solórzano, Lilian Tintori y un gentío, mejor dicho, el sentimiento es mutuo. ¿Cómo negar el hambre que Almagro le tiene a Maduro y su camarilla? Veremos qué pasa en la Sesión Extraordinaria de la OEA el 23J. Mientras, Cuba acepta donación de alimentos del Imperio, y el gobierno venezolano no acepta ayuda de nadie, complacido de que la gente esté desayunando con mangos mientras hacen cola por alimentos o las madres acuestan a sus hijos sin tetero o los dejan dormir en las mañanas porque no tienen desayuno que darles -María Corina dixit-.
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