El economista Omar Zambrano, quien trabajó ocho años en el Banco Interamericano de Desarrollo, pone en tela de juicio el supuesto bienestar social que ha generado el Gobierno a la población, analizando los resultados de la encuesta de la ONG Social Progress Imperative.
Por Omar Zambrano/ @Econ_Vzla para Crónica Uno
Desde su fundación en 2012, la organización no gubernamental Social Progress Imperative, a la cabeza de la llamada Red de Progreso Social, viene dando pasos decididos en un proyecto tan ambicioso como necesario: trascender el enfoque puramente “economicista” en la forma como medimos el bienestar de la gente. Se trata de medir bienestar más allá de las medidas estándar de crecimiento económico y el PIB por habitante.
Hace pocos días se publicaron los resultados del Índice de Progreso Social (IPS) 2016construido por los equipos técnicos del Social Progress Imperative y la Red de Progreso Social. EL IPS 2016 es un índice agregado que compila 53 indicadores sociales y ambientales para un conjunto de 161 países. EL ISP captura tres dimensiones del progreso social: las necesidades humanas básicas, las características del entorno como cimiento del bienestar, y las oportunidades para el progreso humano.
Sin entrar a explicar los detalles metodológicos, el índice se enfoca en las dimensiones no económicas de los resultados nacionales y privilegia los indicadores de resultados, por encima de la cantidad de recursos invertidos en alcanzar dichos resultados. Es decir, cuando un burócrata llama a una rueda de prensa para decir que “se invirtieron XXX millones de USD en programas sociales”, el ISP pasa enseguida a la pregunta: “¿y los resultados de esas inversiones fueron…?¨.
El marco conceptual del IPS abarca tres dimensiones: la primera es la dimensión de la satisfacción de necesidades humanas básicas, que comprende a su vez resultados esenciales en áreas de cuidados médicos básicos, nutrición, acceso al agua y saneamiento, vivienda y seguridad personal. La segunda dimensión está referida a características del entorno como fundamento del bienestar, esta agrupa indicadores de acceso al conocimiento, a la información y las comunicaciones, resultados de salud, y calidad ambiental. Por último, el índice incorpora una dimensión de oportunidades de progreso personal, que incluye un enfoque de derechos personales, libertades individuales, tolerancia e inclusión.
Los resultados para Venezuela en las tres dimensiones del IPS no pueden sino catalogarse, siendo un tanto condescendientes, como mediocres. Más allá de la retórica apologética oficial, en la inspección del IPS en términos absolutos, Venezuela obtiene un puntaje de 62 puntos sobre 100 posibles, lo cual lo hace situarse a la cola de América Latina, superado por economías más pequeñas y modestas como República Dominicana, Bolivia y Paraguay. En términos relativos, Venezuela se sitúa por detrás, incluso, de países similares en cuanto a ingreso o abundancia de recursos naturales.
Si se compara el IPS de Venezuela con el del grupo de países de un nivel de ingreso per cápita similar, se concluye que los resultados en términos de progreso humano han sido extremadamente pobres. Venezuela muestra brechas de desempeño, señaladas en el informe como debilidades relativas, en 23 de los 53 indicadores del índice. Los resultados de Venezuela son insatisfactorios en dimensiones como la mortalidad materna, la calidad medio ambiental y el acceso a la información y comunicaciones. Venezuela muestra, además, graves brechas en todos los indicadores de seguridad personal, con cifras peores que las de algunas zonas en conflicto bélico abierto como Iraq; y, en la dimensión de libertades individuales, con peores resultados que los mostrados por algunas de las monarquías teocráticas del golfo.
Resulta importante destacar que la mayoría de los indicadores incluidos en el IPS de 2016 datan de 2014, es decir, los pobres resultados en términos de progreso social de este experimento “humanista” que se llamó la revolución del socialismo del siglo XXI eran ya evidentes en ese entonces. Además, los efectos de la peor crisis económica y social en la historia moderna de Venezuela, que hoy tiene a la sociedad venezolana sumida en una vorágine de necesidades básicas insatisfechas, recesión, inflación, escasez y caos de servicios públicos, aun no se ven reflejados en el IPS. No hay que ser profeta para avizorar cuál será el desempeño de Venezuela en el IPS de 2017 y 2018.
Los resultados que acaba de publicar el Social Progress Imperative demuestran que estamos ante el curioso caso de una revolución social, sin progreso social; un proyecto humanista, donde el ser humano no está más cerca de satisfacer sus necesidades básicas. El socialismo del siglo XXI estaba, hace ya dos años, en bancarrota. Los resultados del IPS 2016 muestran que el rey estaba desnudo, incluso antes de esta crisis.
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Los resultados para Venezuela en Social Progress Imperative