Un servidor ha dedicado una parte de su vida a buscar vuelos baratos. Desde la época en que la mejor fórmula era el ‘stand by’ en los aeropuertos para, por una cantidad marginal, colarse en un charter con destino a una ciudad europea. Sin embargo, la llegada de Internet lo ha cambiado todo. Por eso, desde muy pronto, seguramente desde el mismo 2003, año de su fundación, conozco una página que ofrece información sobre el precio de los vuelos, primero sólo de las líneas de low-cost y recientemente de todas las compañías: Skyscanner. Francamente, es una página bastante actualizada, que suele abarcar más del ochenta por ciento de la oferta que hay para un lugar y que, desde la incorporación de su nuevo diseño, es de uso fácil y ágil, como desgrana este medio en su sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.
Skyscanner es el típico negocio de Internet, totalmente opuesto a cualquier otro negocio de viajes que conocemos en el mundo físico: ofrece los precios y frecuencias de todos los vuelos entre dos puntos, más todos los precios de los diversos proveedores de hoteles, y nos dice que podemos acceder a esas páginas sin que nadie en el camino parezca que nos cobra comisión alguna. Después, conocedores del precio, compramos tranquilamente con el destinatario. La empresa más agresiva contra los intermediarios, Ryanair, jamás ha tenido problema alguno con Skyscanner, pese a que esta compañía se especializó primero en vuelos con ‘low cost’. ¿Qué se lleva Skyscanner de todo esto?
El funcionamiento del buscador es bastante simple: usted accede a la página, le indica qué vuelo desea hacer –en una innovación fantástica, le permite que no ponga el aeropuerto, sino el país, de forma que le pueden salir todos los vuelos con una procedencia o un destino, sin tener que especificar el aeropuerto–, acepta que le suministre información sobre el rango horario en el que quiere viajar, cuántas escalas estaría dispuesto a soportar, y la página le devuelve una información que aproximadamente es la verdadera, aunque con un retraso de algunas horas. Si usted cree que ese vuelo es el que puede interesarle, entonces puede pedir información en tiempo real y Skyscanner se la da. Si finalmente ese es el vuelo que busca, puede clicar en la página y sale de Skyscanner para entrar en la web de la aerolínea o del intermediario que ofrece el viaje y lo compra. ¿Qué se lleva Skyscanner en todo esto?
Skyscanner ha ido creciendo de forma imparable. Nació en una ciudad de la que nadie esperaría la aparición de una compañía tecnológica puntera, Edimburgo, en Escocia. Obviamente la obsesión de la compañía, fundada por tres jóvenes escoceses (Gareth Williams, Bon Grimes y Barry Smith, cuyos nombres no nos dicen nada), es la tecnología. Hoy, las empresas en la red no se basan en el conocimiento del sector en el que trabajan, sino en la tecnología. Vaya usted a Logitravel, una de las agencias de viajes punteras en España y pida trabajo. Le responderán “sólo queremos ingenieros”, lo demás se puede enseñar.
El gran reto de Skyscanner para los clientes (¿deben llamarnos clientes a quienes usamos esta web sin que jamás hayamos pagado un euro? ¿O acaso sí somos clientes porque nuestros datos son objeto de comercio sin que nos hayamos enterado?) es que a) no falte nada de la oferta aérea en ese trayecto que busca el cliente; b) que los precios que se ofrecen sean reales y, c) aunque no parezca un elemento trascendental, que esa información sea presentada de forma que sea simple y clara, para que el público se encuentre cómodo allí.
Expansión desaforada
La compañía no ha parado de crecer. Se extiende por el mundo, cubre más y más países, más y más idiomas (hoy llega a los 30) y tiene sedes en Londres, Glasgow, Singapur, Sofía, Beijing, Miami, Barcelona, Budapest y Tokio, ciudades desde las que atiende diferentes partes de su negocio creciente. Inicialmente sólo ofrecía vuelos, primero sólo las compañías low cost, cuyos precios son más difíciles de encontrar en la web, después en todas las aerolíneas, y después también hoteles. Nació, como se imaginan, sin empleados, y hoy se aproxima a los 200.
Su expansión tiene muchos puntos en común con las grandes compañías del negocio de Internet –y más bien nada similar con las de la intermediación turística–. Skyscanner, al igual que Facebook y que Google, se centra en la tecnología. Lo suyo es buscar ingenieros, lo demás viene solo. Sus fundadores creen que el hecho de que en su área de influencia (el cinturón central de Escocia) haya once universidades de calidad, les ayuda a su expansión y fortaleza, porque tienen mano de obra de nivel de la que echar mano. Y expansión. Su dato clave es el número de viajeros que consultan su página mensualmente.
A estas alturas, todo empresario que se precie, estará esperando a ver cómo facturan y a quién, porque el servicio que ofrecen es absolutamente gratuito. Es más, la compañía no tiene forma de saber si finalmente el viajero compra o no el billete de avión. No se alarmen, que no haya una forma de financiación es también habitual en los proyectos de las grandes empresas de Internet: Google estuvo a punto de irse al traste justo antes de encontrar cómo ‘monetizar’ su audiencia y Facebook llegó a un punto en el que parecía que sería un bluff si no lograba ingresos. Pues Skyscanner está en la misma situación, aunque es cierto que sus cifras son más positivas.
El dato clave que verdaderamente interesa a esta empresa –como a todas las de Internet– es el número de visitantes, que llega ya a los 50 millones de visitantes mensuales (datos de enero de 2016). La compañía ya tiene una facturación aceptable (unos 150 millones de euros anuales, con un Ebitda en 2014 de 30 millones de dólares), básicamente por la inserción de contenidos publicitarios dirigidos a esta enorme masa de viajeros y algunos otros ingresos que no son, en todo caso, el objetivo final de la compañía. Se antoja que todo este negocio aún no ha madurado, como no lo había hecho Google en 2002 o Facebook en 2007.
Financiación y crecimiento
Pese la modesta facturación, los inversores se pelean por entrar en su capital. Skyscanner es la novia de todos los fondos de capital americanos. De hecho, el que es el más conocido, Sequoia, que puso dinero en octubre de 2013 y más recientemente ha tenido más socios. En las últimas aportaciones de capital, la compañía fue valorada a 1.600 millones de dólares. Una barbaridad para una empresa cuyo modelo de negocio es, desde el punto de vista turístico, tan poco comprensible.
Las aportaciones de capital –siguiendo el método de expansión de Google o de Facebook– se traducen en más tecnología o, recientemente, en la incorporación de nuevos servicios o nuevos mercados. La compañía comenzó a prestar el mismo servicio que daba con aviones también con hoteles, de forma que permite que el viajero busque el hotel más barato y después lo compre él mismo en la página sugerida. Esto ha llevado a Skyscanner a comprar diversas empresas en varios países, para con ello incorporar la tecnología ya desarrollada. Así, Skyscanner compró Youbibi, un buscador chino con una sólida base en Extremo Oriente; el comparador de precios de hoteles Fogg; Distinction, la empresa de desarrollos apps para móviles y ha establecido una joint venture con Yahoo en Japón.
Los medios de información económica comparan a Skyscanner con Expedia –la agencia de viajes online más grande del mundo– u otras empresas similares. Sin embargo, Expedia es una agencia de viajes pura –con una tecnología impresionante, por algo es la líder, incluso por encima de Priceline, propietaria de Booking–, mientras que Skyscanner sólo redirecciona viajeros a los portales de compañías aéreas y hoteleras, probablemente también cobrando alguna comisión que explica sus ingresos actuales.
El reto futuro
Sin embargo, nada de lo que esta compañía ha logrado hasta ahora parece su negocio final. Como ocurriera con Google o con Facebook, aquí el secreto reside en ser el líder mundial en la captación de viajeros online. Una vez que la enorme mayoría de los viajeros cogen el hábito de buscar sus alojamientos o sus viajes en un portal, el propietario de este es el poderoso, el que puede tomar decisiones, el que puede fraccionar el viaje de forma que el seguro lo redirija a una compañía, el vuelo a otra y el hotel a una tercera. Y, a precios más o menos iguales, el poder se multiplica. Ese es el secreto que todo el sector conoce. Es lo que buscan todos.
Las nuevas tecnologías permiten algo más: Skyscanner deja en los ordenadores de sus usuarios ‘cookies’ o miniprogramas informáticos que recogen la información de lo que usted hace en su navegador, incluso después de haber salido de su página. Sabedores de qué vuelo ha buscado, conocen su comportamiento posterior, con lo que disponen de una información valiosísima sobre los clientes. En estos momentos sobre 50 millones de clientes mensuales, lo que es una cifra espectacular.
Por eso Ryanair está dedicándose en estos momentos a preparar un portal que ofrezca lo mismo. Ryanair, la primera aerolínea de Europa, que no ha podido evitar el crecimiento de Skyscanner –tampoco consta que lo haya intentado–, sabe perfectamente cuántos de sus viajeros vienen de esta empresa y sabe que esa es una peligrosa dependencia. Por eso pretende crear algo similar, aunque tiene el obstáculo –a mi modo de ver insalvable– de que su marca le resta credibilidad. Pretende ofrecer los precios reales de la competencia, de los rent-a-car y de los hoteles, para lograr que ese portal inicial del que el cliente se fía y que le redirigirá a otros, sea el suyo. Skyscanner tiene ya un camino andado en este sentido, con perspectivas de consolidarse.
Skyscanner tiene alguna ventaja sobre otras compañías rivales: la principal es que se dedica únicamente a este negocio, cosa que no sucede con otros monstruos del sector que antes tienen otras muchas actividades. Y que no tiene intereses con las compañías aéreas ni hoteleras, lo que le permite operar tranquilamente, sin necesidad de orientar a los clientes de una forma sesgada.
Una lección interesante para las agencias de viajes, que hoy son bien poco agencias de viajes y mucho de plataformas tecnológicas.